lunes, 4 de septiembre de 2017

LA PROPUGNADA REFORMA TRIBUTARIA. ALGUNAS REFLEXIONES



   Mucho se viene hablando sobre la necesidad de una reforma tributaria, con centro en el nivel de presión impositiva y sus efectos en la competitividad. Contra la presión tributaria se han alzado desde los periodistas especializados hasta los de espectáculos, las entidades intermedias y los sindicatos. Todos hablan de una excesiva carga tributaria.
    A través de esta entrada, mi intención es proporcionar algunas reflexiones sobre el asunto a la vez que definir ciertas pautas que a mi juicio deberían guiarla.

EL ASUNTO EN EL MARCO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

     Parece "de Perogrullo" la referencia de este asunto como de políticas públicas. Pero éstas son tales en tanto conforman un complejo de ideas y acciones destinadas al cumplimiento de fines públicos. Siempre remarcando la diferencia entre políticas públicas de las mal denominadas políticas populares. Así como se diferencia opinión pública de opinión popular, idéntica brecha existe una y otra forma de ver la política.
    No es baladí marcar esa diferencia en épocas en que la política define su agenda con la última encuesta emitida por alguna consultora afín.
     Las políticas públicas miran largo plazo. Se plantean en el escenario de largo horizonte marcado por sectores políticos involucrados en lograr cambios positivos estructurales y no meras acciones coyunturales, urgentes, de corto efecto y satisfacción directa.
     Entonces, las políticas públicas se nutren de las que un país define como necesidades públicas. A través de la revelación de éstas el Estado se hace eco define sus fines y de éstos nacerá su actividad financiera plasmada en sus recursos, gastos e inversiones.

LA NECESIDAD DE MIRAR EL SISTEMA TRIBUTARIO DESDE LAS FINANZAS PÚBLICAS.

     Otro título que suena “De Perogrullo”. Sin embargo, los hechos demuestran que tal premisa no parece estar considerándose, en la medida en que se piensa en una reforma impositiva sin considerarla en dentro del marco del sistema tributario todo, que, por otra parte: hace décadas no sufre una revisión integral.
      Cito un ejemplo claro de esta omisión: el Impuesto sobre los Ingresos Brutos. En un sorprendente “acuerdo espontáneo”, todo el sector político está “en un grito” se pronuncia a favor de su eliminación.
     Como anécdota personal, mientras finalizaba mi Maestría en Tributación allá por el año 2000, ya se hablaba de la necesidad de eliminar dicho impuesto (que seguramente habría tenido acaloradas “charlas tributarias” en épocas del Pacto Fiscal Federal 1993-1994) detallando, como ya es archisabido: el arsenal de efectos distorsivos y nocivos sobre la economía.
     Así es que, 16 años después: "vuelve a la agenda". Si era un impuesto nocivo en los años 2000 ¿qué hizo que no lo fuera durante 15 años para volver ser “tapa de revista impuestos” en 2016? la respuesta es sencilla y expone cómo la evolución de la coyuntura pesa políticamente más que las necesidades de cambios estructurales. En otras palabras: cómo el corto plazo desplaza al mediano y largo plazo.
   La coyuntura marcó un salto inicial del dólar (en 2002, con “colchón cambiario” hasta 2007), aumento del comercio internacional (desde 2002 mismo) y términos de intercambio muy favorables (desde 2003 hasta 2014), baja de tasas de interés globales (2001 a 2004 y 2008 a la fecha). Elementos que escondieron los efectos de ineficiencia que el impuesto en cuestión genera. Al caer la demanda internacional de por desaceleración global, habiéndose reacomodados los términos de intercambio y habiéndose consumido el colchón cambiario: quedan al desnudo la misma agenda de hace 16 años atrás. O, visto de otro modo: 16 años perdidos.
     Entonces si se desea efectuar la reforma tributaria, su análisis debe enmarcarse conceptualmente en sus aspectos financieros-públicos, en la eficiencia (competitividad) y en la equidad.
      El primero de esos aspectos involucra a las finanzas públicas que a su vez no se circunscribe a las cuestiones de equilibrio financiero fiscal, sino también y con mayor importancia: las finanzas inter-jurisdiccionales, intra-nacionales, federales, sub-nacionales y locales. Esto implica bucear en las condiciones de nuestro federalismo fiscal, hoy débil, distorsionado y rehén de las apetencias políticas de turno.
     ¿Estamos en condiciones de eliminar un impuesto que representa para las provincias entre un 65% y un 80% de la recaudación propia, sin analizar y “trabajar” sobre el estado paupérrimo del federalismo fiscal?.
     No parece que pueda pasar por algo tan “sencillo” como proponerse reemplazar el I.II.BB por un IVA provincial, cuestión que además tendrá costos de transición que deben estimarse en detalle.
    Entonces, saliendo ya  del ejemplo particular del Impuesto sobre los Ingresos Brutos, todos los impuestos que conforman el sistema tributario deben analizarse. Y debe hacerse a nivel de todas las jurisdicciones.
    Una cosa es una reforma impositiva en particular (determinado o determinados impuestos, sus alícuotas, mínimos no imponibles o exentos, actualización de parámetros, etc.) que tiene matices coyunturales entendibles y otra distinta es una reforma tributaria en el nivel que necesita nuestro país.
    Finalmente, considerar las finanzas públicas dentro de la macroeconomía: ¿qué se está financiando con recursos tributarios? ¿es sostenible el nivel de gasto nacional y subnacional para cualquier reforma tributaria posible y viable?. O acaso no es que deberíamos primero analizar gasto público, sus objetivos, sus componentes, redefinir prioridades, todo en el marco de un mundo en que ya nadie niega que se “planifica en un marco de restricciones” y no la vida de “Jauja”?.
     Entonces: es imprescindible pensar en el nivel de gasto público y su calidad.

LA CONDICIONES ECONÓMICAS Y EL SISTEMA TRIBUTARIO A LOS FINES DE UNA REFORMA.

    Y así como las finanzas públicas tienen su reflejo en el desempeño macroeconómico del país, en las posibilidades concretas de sostener cierto gasto público y propender a un federalismo fiscal que dote de eficiencia, responsabilidad fiscal y desarrollo equilibrado a todas las jurisdicciones subnacionales: también el sistema tributario lo tiene.
    Al momento de definir cambios en el sistema tributario no puede evadirse la necesidad de evaluar las condiciones económicas, pues los impuestos no son solo recursos financieros para el Estado. Son, además, determinantes de ciertos incentivos que afectan variables macroeconómicas y que tienen efectos sobre tasas de crecimiento, de desarrollo, en niveles de ahorro, inversión y consumo, así como también sobre precios relativos, sobre la equidad y las decisiones distributivas.
    Trataré de profundizar lo antedicho sin mencionar un tributo en particular, pues la idea detrás de lo que propongo va más allá de uno o dos impuestos. A tal efecto, remito a la realidad diaria, en la que se denotan grandes deseos políticos de gravar cierta fuente de renta en pos de un objetivo concreto de política tributaria (el cual que tampoco expondré para evitar particularizar). En lo que deseo hacer hincapié, más allá de cuál sea el tributo en cuestión y el objetivo de política tributaria tenido en vista, es: ¿se analiza el potencial efecto que tendría sobre variables económicas clave?. En cuanto al fin tenido en vista, los resultados de lo propuesto (por efectos macroeconómicos) ¿acaso no terminan “pulverizándose” con los movimientos que a posteriori (incluso anticipándose al cambio impositivo) se observarán en las variables macro y micro de la economía?.
   De manera que, entonces, es fundamental partir del país que somos y no del que creemos que somos (ni siquiera del que “podríamos haber sido”). De ese modo, podremos insertar una reforma tributaria en un marco de “políticas públicas” correctamente concebidas. Ellas a partir de trazar escenarios y horizontes de largo plazo, que luego jueguen a favor de estabilidad institucional y seguridad jurídica a los actores económicos. Así  definir un esquema de prioridades a ser tenidas en cuenta con una reforma tributaria, teniendo debidamente en cuenta la real situación en la que estamos (niveles de ahorro, inversión, consumo, productividad, competitividad, eficiencia, equidad, redistribución, desarrollo, pobreza, etc.)y la manera más eficaz de mejorarla evitando pasar por los “stop & go”, implosiones fiscales, cambiarias y/o inflacionarias que recurrentemente sufrimos.

CONCLUSIONES.

    A fin de tomar decisiones adecuadas, se me ocurre que es imprescindible delinear un marco conceptual para la propugnada reforma y sus objetivos
  •        Que se inserte en una concepción de políticas públicas de largo plazo
  •      Que parta de un real estado de situación en cuanto a condiciones económicas, a fin de crear un escenario horizonte cumplible satisfactoriamente, que apoye desde las finanzas públicas, la estabilidad necesaria del marco institucional
  •      Que de esas políticas públicas surja desde el análisis de gasto, una definición concreta sobre su nivel sostenible en largo plazo y las prioridades y niveles de ellas, a las que debe atender
  •    Que se trate de una reforma tributaria (todo el sistema tributario o gran parte de él, con su implicaciones federales) y no meramente impositiva (algún que otro impuesto, o sus alícuotas o parámetros de imposición particulares)
  •     Que ponga acento y fuertes definiciones vinculadas a una mejora en el federalismo fiscal, a claras posiciones sobre responsabilidad fiscal sub-nacional y a pautas que tiendan a la equidad geográfica y contrapesos para el desarrollo regional diferencial
  •      Que siente las bases para siempre de un esquema de tributos que logre los fines tenidos en cuenta por el Estado, cuidando siempre de mantener alto grado de eficiencia 

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