viernes, 27 de julio de 2018

Coyuntura económica y propuestas que circulan

Levanto esta nota, como disparador de esta entrada, por considerarla un punto de partida interesante para hacer una panorámica de coyuntura.

Marcos Lavagna con respaldo en su formación profesional, además de un apellido con peso propio en  la historia de la economía política argentina.

Está directamente emparentado con modelos económicos intervencionistas, dotados de alto grado de keynesianismo. Ese mix que la Universidad argentina ha dado en las ramas económicas: estructuralismo y keynesianismo. Todo lo que a mi modo de ver, se podría sintetizar "jauretchismo económico".

Pero me pregunto qué entorno macro tenemos hoy. Incluso, qué entorno macro tenemos desde hace más de cinco años.

Estimo, al leer la nota, que no parecen darse cuenta que, en la "borrachera" de crecimiento estatal en la economía apoyado filosóficamente en su condición de impulsor de variables macroeconómicas, Argentina ya se "deglutió" todas esas herramientas keynesianas en las que confían. Pues no pueden pensarse "en el aire" y en cualquier contexto. Razones sistémicas requieren de cierta solidez en las restantes variables de esa macroeconomía. De lo contrario es una mera apuesta "de un pleno", a la ruleta. Como diciendo: "si la vez pasada acerté jugando al 8, le vuelvo a jugar al mismo".

Es que, al fin de cuentas, el marco que impone condiciones, emerge de ese uso desmedido y agobiante de herramientas "maynardas", incluso pro-cíclicamente en muchos caso (lo que es peor aún). Todo lo cual ha dejado una economía con restricciones en los principales frentes.

Así y todo, increíblemente, creen que pueden "ir por ese lado".

De propuestas, objetivos y acciones.

Antes que nada, es interesante tomar el  título y analizar el término "propuesta".

Suele suceder que cuando se analiza lo que algún referente expresa (de cualquier sector político que provenga), si se presta debida atención, en todos los casos las definiciones son en términos de objetivos (eventualmente metas) y la audiencia lo recibe como si le estuvieran indicando la acción (o serie de acciones coherentes y consistentes) programada, en sí misma.

No. Error comunicativo del receptor. El objetivo (o meta de corto) es a lo que debe llegarse mediante la decisión sobre acciones coherentes, consistentes y su ejecución. Y puede ser que esa meta produzca un efecto ulterior hacia algún objetivo (o serie de objetivos) más amplio.

En este caso, "impulsar el crecimiento", como lo indica el título en referencia a la nota con Marcos Lavagna: es un objetivo (o meta) y no una acción (por más que incorpore un verbo en infinitivo).

Es decir: hay que definir acciones para ese "impulso". Las que a su vez, deben ser coherentes, consistentes contextualizadas.

Las propuestas y la dirección  que tomarían.

Las acciones que emergen de esta propuesa "Lavagnista" (junior), en concreto, desde mi punto de vista:  compromenten aún más las restricciones que de por sí ya existen.

En primer lugar aún existen porque,  gradualismo mediante, no se ha avanzado sobre ellas considerablemente. Lo sabemos: se está con bajísima nota en frente fiscal, deficit, sector externo, deuda, inflacion, inversión.

Pero, en segundo lugar y adicionalmente, provocan interrupción (o ruptura) de un sendero que, mal o bien, el actual Gobierno venía trabajando. Con sus tiempos claro, ya sabemos. Como diría un economista que se ha tornado más mediático últimamente: ritmo "de tortuga embarazada".

Pero dentro de ese marco de avances logrados, me refiero al de los precios relativos. Y principalmente: a las señales que ellos proveen a ciertos a "drivers" claves del crecimiento.

Desde mi punto de vista, lamento decirlo: no es ya (ni puede serlo en corto plazo) el consumo un driver de crecimiento sólido per sé. Ello porque apostar a él forzadamente como se lo ha hecho, ha sido la madre de todos los déficits (restricciones) que hoy se soportan y generan los problemas atan la capacidad del país de volver a crecer seriamente.

En qué debería apoyarse el crecimiento argentino en los próximos años.

Los elementos de la demanda agregada que deben tener impulso son las exportaciones y la inversión.

Obviamente: sabemos que el impacto de las exportaciones, en un país bastante cerrado (bajo nivel de COMEX sobre PBI) es un herramienta "flaca" por sí sola, como para pegar con la intensidad deseada en la tasa de crecimiento, en el corto plazo.

Y ese es su menguado potencial como consecuencia de la mirada enfermiza que sobre ella tienen los "pro-consumo driver". No es otra cosa que ese enfermo llamado recurrente a impulsar el mercado interno, sin considerar que somos solo 42 millones de habitantes con un paupérrimo PBI/cap de u$s 10.000 y una empresarialidad poco competitiva.

No obstante ello reconozcamos que desde la perspectiva de un pro-consumo (pro-mercado interno) este: en el CP el impacto de las exportaciones es menor. En los hechos, lo sabemos. Lo que no quiere decir que por ello debamos prescindir de considerar clave el impulso al comercio exterior.

Mi opinión es que el camino se traza aprovechando este momento en que se han reacomodado algunas variables (más precisamente el dólar) para profundizar la expansión del comercio exterior, aún en escenarios en que, insoslayablemente, muchas economía están adoptando políticas comerciales defensivas.

Pero hay que mantenerle el respaldo  a la reinserción comercial internacional, así como todo lo vinculado con mejoras de productividad y competitividad, pues no son items que puedan resolverse "de un día para el otro". En otras palabras, no se da de un modo temporal que permita decir: "esperaré que el mundo salga de la <trade-war> y recién allí iré con mis propuestas de bienes y servicios al mundo con calidad y competitividad".

No. Así no se llega nunca. Pues, inclusive, hasta estratégicamente puede ser interesante desde el bilateralismo, yendo con países también afectados por estas decisiones comerciales en los más grandes, los que pueden estar abiertos a mejores condiciones de intercambio.

Por su parte: la inversión, especialmente la de volumen y que imvolucra infraestructura y equipos (son los que pegan positivamente en la productividad) no responderá más rápido porque se muestre propulsión estatal del consumo. Pues los agentes económicos que observan las medidas, saben que se asientan sobre las mismas bases débiles que nos trajeron hasta este escenario de restricciones.

Lo único cierto es que la inversión se moverá positivamente y en magnitud necesaria para impactar en crecimiento, nivel de actividad y empleo, cuando vea más acabadamente el camino allanado hacia las soluciones de tipo estructural.

Entre otras (pero fundamentalmente): consolidar la corrección de precios relativos, lograr la normalización en la tendencia de la inflación y el tipo de cambio. Así como también las mejoras en términos de sostenibilidad fiscal.

Nuevamente: en concreto a dónde apuntan las propuestas leídas.

Marcos Lavagna sostiene ir sobre el consumo y el famoso mercado interno.

En el escenario de variables deseables, planteadas anteriormente: ir sobre consumo, con las herramientas típicas propuestas por este economista, conlleva regenerar presiones sobre ambos frentes: fiscal y externo.

Ya sabemos: en el plano fiscal, buscarán compensarlo, desde una mera concepción de las finanzas públicas, con impuestos a otros sectores. Y en el plano externo, como siempre, intentarán sumarán una administración más férrea del comercio exterior e incluso del dólar.

Es una hermosa manera de comprar un nuevo "problema", tan similar a ese del que se pretende salir. El cortoplacismo "los mata en ansiedad", evidentemente.

Por ejemplo, dentro de esas medidas compensadoras de ingresos fiscales, podríamos preguntarnos cuáles serían ellas.

Pensamos un poco y concluimos que, seguramente, será alguna de estas cinco:
i) gravar sector externo (suspender y/o repones reteciones);
ii) gravar más la renta financiera;
iii) gravar más en ganancias a las sociedades (o suspender baja de tasa de la L.27430);
iv) suspender baja progresiva de contribuciones patronales;
v) suspender ajuste por inflación.

Cabe mencionar que a las indicadas en iii iv y v, las está analizando el propio oficialismo.

Ahora bien, lo cierto es que:

A) el "i)" impacta en sector externo (y por ende en oferta genuina de divisas con efecto en otras variables como inflación y tasas (más claro que el antecedente mayo/junio 2018 no hay)
B) el "ii)" impacta en el costo financiero, ahorro interno y la consiguiente dolarización de carteras (fin de abril 2018 también nos muestra lo "genial" de semejante proposición)
C) el "iii)" (junto con "ii") "pega" en la inversión, porque afectan tasa de corte, costo financiero e inceridumbre de flujos netos;
D) el iv) desalienta cualquier atisbo de mejora en el empleo genuino, que es el generado por el sector privado productivo;
E) finalmente "v") pega en lo mismo que "iii").

Manta cortísima, sintonía finísima.

Ahora bien y ya para ir terminando, me pregunto por qué es "tan finito" el margen de acción.

Es decir: por qué "todo lo que quiera tocar dispara una luz anaranjada".

Es sencillo: los mismos que pretenden apelar a intervención keynesiana (y suponiendo que fueran soluciones de largo alcance temporal, cosa que el mundo y su historia desde mitad de S.XX se encargó de refutar): en el caso argentino, tienen agotado todo el arsenal. No hay nada. Se deglutieron todo hacia fines de 2015.

Cualquier cosa que intenten hacer,  profundiza el problema en el mediano plazo. Es, en el mejor de los casos y como siempre: patear la pelota hacia adelante.

Además, en ese idealismo de "expansión fiscal dirigida al consumo, compensada con recaudación de otros sectores", pierden de vista que estamos en nivel de presión tributaria récord. Lo que implica que sectorialmente, el que reciba una suba o una reversión de la relajación impositiva, se sentará a redefinir decisiones. Entre ellas, la de retraer producción porque se afecta el flujo financiero y el margen de riesgo implícito en la tasa de rentabilidad esperada.

Y para colmo, saliendo del plano fiscal de las medidas, de las propuestas se puede inferir que suman la ya fatídicamente conocida administración del COMEX.

El resultado es conocido y todos sabemos que va a precios (la historia argentina, la de siempre y la reciente, lo muestran) y con ello, la puja diatributiva que, como también es sabido, nos lleva eventualmente a un nuevo escenario de atraso cambiario. El cual buscará, también como siempre, compensar con acuerdos de precios, acuerdos sociales, mesas de negociación, etc. Recordándome a aquel legislador catamarqueño que pasó a la historia con su recordada frase "pura cháchara".

En otras palabras: estaremos de nuevo econtrándonos con restricciones por el impulso de la demanda y fuga de divisas. Efectos que, otra vez, intentarán ser contrarrestados con una intervención más fuerte en el mercado cambiario (encajes, desdoblamientos y eventualmente, de nuevo cepo, si "la cosa se desmadra"). Todo un verdadero dislate que se presenta como posibilidad.

El cortoplacismo político electoral y los perjuicios a la economía política.

Una de las posibles causas de tanto delirio, en mi opinión, es esa concepción cortoplacista viciosa, que suele estar retroalimentado sin solución de continuidad entre demanda de los electores potenciales y el propio sector político.

Esencialmente lo que ocurre es que, por ejempo: la gente, desde el "llano", suele ver el ajuste del gasto como tal. Es decir: una reducción a priori, de la demanda agregada y sus más directamente perceptibles efectos sociales.

Y si bien ese apriorismo guarda cierta lógica, el electorado no descompone dicha decisión de economía política (en rigor parece no descomponer ni analizar ninguna) desde todos sus elementos y todos sus posibles efectos. Particularmente los efectos indirectos, los secundarios y los mediatos. El carácter sistémico y, en Argentina de hoy, a "manta corta".

En ese sentido, no ayuda mucho nuestro sector político, que se ha vuelto "encuestista" y que decide con la "agenda" mensual del item que la consultora de opinión le dice que "juega". Así, responde con medidas como las señaladas por Marcos Lavagna.

Él, sin dudas, buen economista en términos de formación académica. Sin embargo, está inserto de lleno en el armado político que mira solo el mercado electoral y es cortoplacista por antonomasia.

Este tipo de economistas juega su rol, en ese escenario, desde la capacidad (por formación) de "vestir" de racionalidad una decisión política emergente de la encuesta, por más inconsistente que ella sea.

Y reconozco que esa reacción política es refleja. Está claramente analizada en forma inadecuada, pero inducida ferozmente por el prisma cortoplacista del mercado electoral.

Electorado (llámesele "pueblo") que para colmo de males, está cada vez más "achiquilinado" y "paternalista" respecto de las demandas al sector político y al Estado.

Dificil hacer economía política en serio en ese escenario.

Y muy difícil para quienes queremos que se contemplen otro tipo de propuestas. Esas que exigen un tránsito mas duro, pero que son mucho más sostenibles en términos de mejoras a largo plazo. Quienes creemos en éstas, somos  los "agretas tirapálidas" (incluso vistos así por empresarios y consumidores).

Lo que ocurre es que nadie quiere asumir los costos de pensar un país económicamente sostenible en extensión de varias generaciones. Todos parecen preferir vivir hoy y "después se verá". O sea: verán luego, esas futuras generaciones, qué hacen con sus problemas (muchos de ellos heredados).

Inviable.

https://www.cronista.com/3dias/Marco-Lavagna-La-salida-no-es-el-ajuste-la-prioridad-debe-ser-el-crecimiento-20180727-0004.html

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