LA DELICADA RELACION CAMPO-GOBIERNO EN EL CONTEXTO DE
TENSION CAMBIARIA E INFLACIONARIA.
UN POCO DE RESEÑA.
La delicada relación campo-Gobierno nunca ha podido
recomponerse desde la famosa RE125 impulsada por Lic. Martín Lousteau y el “no
positivo” voto de Julio Cobos.
En mi caso particular, vivo el análisis diario y la dinámica
del sector muy de cerca y casi on-line. Me es fácil considerar los aspectos que
estarían rodeando esa tirantez. Y lo cierto es que lo que pareció una tregua en
algún momento entre 2008 y hoy: nunca lo
fue. En rigor: en ese intervalo existieron otras cuestiones que parecieron
volver a generar un punto fuerte de conflicto, pero que al no haber terminado
nunca de emerger concretamente, se fueron desvaneciendo en cada caso. Creo que
mucho de esa “rápida recuperación de quietud” tiene que ver el optimismo, más
allá de la volatilidad, observado en el mercado de precios internacionales.
Bien, entonces: entre la RE 125 sucedida por la maratónica
sesión del Senado que terminara con ese voto ambiguamente manifestado por el
Presidente de dicha Cámara, no hubo paz sino solo un escenario menos complicado
para ambos actores que el que podía presumirse. El Gobierno no se encontró con
presiones de liquidez que podía preverse, siguió manejando con cierta
discreción las variables macro, manteniendo distorsiones con posibles graves
efectos de mediano y largo plazo, en pos de no afectar el consumo y el mercado
interno en el corto plazo.
El sector agrícola por su parte (con el que más ha
confrontado el Gobierno, por encima del vacuno y el lechero, por ejemplo) salió
de una seca importante (campaña 2008/2009) y convivió con correcciones de
oportunidad en costos (campaña 2009/2010), precios internacionales recuperando
solidez y un clima aceptable.
…Y LAS AGUAS VUELVEN A AGITARSE.
Hasta que la campaña agrícola 2011/2012 empezó a revelarle a
este sector algunas cuestiones, a saber:
a. tipo de cambio atrasado,
b. costos crecientes en dólares,
c. seca geográficamente generalizada,
d. dificultades de siembra en campaña 2012/2013 por exceso de
humedad post-seca,
e. incertidumbre sobre nivel de producción final del país
(particularmente en soja) con zonas en buenas condiciones pero otras no tanto
con necesidad de lluvias en estadios clave.
f. pérdida de capital líquido por erosión inflacionaria.
E, inclusive: todo ese entorno con un período de 4 meses de
excelentes precios en la oleaginosa que llegara allá por septiembre 680U$s/TN
Chicago.
Por su parte, sector lechero y cárnico con costos crecientes
y precios inmóviles conviviendo con una ecuación de rentabilidad en franco
declive.
Para el caso del agrícola y en el contexto mencionado más
arriba (puntos a. a e.) si el productor dejara su capital (el principal y en
algunos único que tiene) a la exposición de la variación de precios internos
(inflación) estaría soportando un consumo incoherente de poder de compra para
la campaña siguiente. De manera que respecto de granos viejos (2011/12) en
stocks, los productores los conservan esperando una cuestión principal que es
la corrección del tipo de cambio, la que se encuentra gravemente atrasada.
Un punto: el dólar del agro es de $ 3,26 por efecto de las
retenciones. O dicho de otro modo: el productor no capta los u$s 530 por
tonelada de Chicago, sino aproximadamente u$s 340 (Pto. Rosario).
Y el Gobierno, urgido por ingresos fiscales y de divisas que
permitan apostar a una administración más discrecional del tipo de cambio sin
nuevos sacrificios de Reservas Internacionales, presiona a los productores para
que vendan. Quiere un año tranquilo en materia de tipo de cambio. Al menos,
quiere ser él (el Gobierno) quien decida el ritmo de devaluación y no el
mercado sobre oferta y demanda derivada de ventas y compras externas del país.
Intereses claramente encontrados en este punto y ente estas
cuestiones debería haber una solución política, si es que, como tanto se dice,
es “el arte de lo posible”. Pero ni uno (sector) ni otro (Gobierno) parecen
tener capacidad de sentarse 1 minuto más en una mesa. Equivocaron el camino en
las “mesas” anteriores. Interlocutores con “errores de timing” y ahora
absolutamente “gastados” como para reanimar consensos. Además: sin ganas. Ah!:
y posiblemente con los minutos contados en este 2013 que pinta ser muy especial.
Entonces, la “mesa no está servida”. Los comensales están
agotados…y eso que no comieron nada.
Por un lado, el sector agrícola: porque sus interlocutores
(¿los mejores?) se han sentado y levantado varias veces, con muchas promesas
expuestas desde el sector político sin mayor suerte.
Por el otro lado, desde el Gobierno porque en 2013 se
encontrará en la necesidad de analizar todo desde la consolidación de poder. En
ese marco, el sector agropecuario ha sido un verdadero inconveniente que ha
llenado los diarios, radios y programas de televisión de reclamos (incluso
antes en el tiempo y con mayor frecuencia general que el relativo al Mínimo No
Imponible en el Impuestos a las Ganancias). Y de esa manera, creo: ha
considerado al agro directamente como opositor cual partido político y no un
actor fundamental de la economía.
Parece ya no interesarle al Gobierno el hecho que, en
concreto, haya sido gran responsable de la recuperación del país post-crisis
2001 vía producción e ingresos genuinos de divisas; posteriormente de la
provisión regular de divisas e ingresos fiscales, de recuperación de las
economías regionales y de la liquidez volcada en el fortalecimiento del sector
de la construcción (p.e.).
De ahí que sean recurrentes los términos como “yuyito verde”,
“el piquete de la abundancia”, “piquete de las 4X4”, “oligarquía agrícola” y
demás.
También, a mi juicio, cierto es que hay entidades del agro representadas
pública y mediáticamente por personas que además de no haber sabido establecer
la agenda o negociarla con eficacia, son atacables con facilidad por parte del
Gobierno (mediáticamente) en el sentido en que resultan fácilmente atribuibles
de intereses propios egoístas (políticos o económicos). O, a veces, observando
en algunos dirigentes una movilidad geográfica a velocidad de la luz, a priori
incongruente con el perfil de ese productor concreto o de la entidad. Todo lo
cual habilita emitir sospechas y así imponerlo en medios: como, por ejemplo: que
no van por la mayoría los productores sino que serían “bancados” por los
“grandes pooles” (tal como suele expresarse).
No es necesario dar ejemplos, yendo desde la entidad que
nuclea posiblemente a los productores más pequeños hasta la más histórica que
nuclea a los más grandes.
Pero antes de pasar a desarrollar el asunto, dejo planteadas
las siguientes preguntas casi éticas: ¿puede un Gobierno cualquiera obligar a
una persona a vender el fruto del trabajo?. Incluso quienes planteen que la
respuesta no puede ser absoluta y que tiene sus excepciones: ¿es ésta una de
esas excepciones?. En tal caso: ¿Por qué?. A esas excepciones ¿qué presupuestos
deberían fundarlas?.
De todos modos repasemos antes los “temas” que conformaron
esta agenda de confrontación.
LOS TEMAS “AGITADORES” EN LA RELACION “GOBIERNO-CAMPO”
Lo cierto es que quien está en la producción percibe
realmente un escenario complejo en el cual tomar decisiones. Desde el marco
interno, se ven muchos factores en contra y al final, parecería que lo
optimista solo proviene del mercado externo.
La verdad que yendo hacia atrás en el tiempo y remontándonos
a la salida de la Convertibilidad, excepto la pesificación asimétrica y la
corrección del tipo de cambio que fueron claramente favorables al sector; las
demás medidas se dirigieron casi totalmente a tener al agro como el “proveedor”
de soluciones financieras, sea para apalancar el crecimiento (economías
regionales, maquinaria y servicios agrícola, construcción) como a través del
exceso de divisas que generaba como para fortalecer el poder político (dólares
al BCRA y caja al Tesoro).
Y en el plano impositivo las medidas han sido en concreto
complejas. Aún cuando en algunas de ellas pueda existir el fundamento, válido y
legítimo, de propiciar una modernización en la relación fisco contribuyente que
mejore la capacidad de fiscalización y determinación de la materia gravable por
parte del Fisco. Veamos, desde 2003 para acá:
a.
“Ninguneo” en la cuestión del ajuste
por inflación impositivo, que grava “ganancias ficticas” por efecto
revalorización de activos no monetarios en los balances de empresas
agropecuarias
b.
Diferencial de tasas de IVA en la
cadena, generando una gran acumulación de saldos a favor de IVA, que no son
otra cosa que un préstamo al Estado a tasa 0.
c.
Profundización de la presión en la
cadena agro-comercial, con costos trasladables siempre al eslabón más débil de
dicha cadena: el productor primario.
d.
Agravamiento del Régimen de
retención sobre comercialización de granos, acentuando la acumulación de los
mismos saldos a favor, que no por ser de libre disponibilidad resultaron
totalmente utilizables en la práctica.
e.
Profundización del Registro Fiscal
de Operadores de Granos, a priori importante para modernizar la relación AFIP
contribuyente, pero dotado de procedimientos con exceso de prerrogativa en
favor del Fisco, otorgándole facultades que con un pequeño exceso discrecional
se exceden rápidamente y con efectos graves.
f.
Los diversos esquemas a observar
para informar circuitos de la cadena de comercialización agrícola antedicha,
que para algunos productores implicó colocarlos en situación de exclusión del
Régimen antes mencionado.
g.
Restricciones en la comercialización
de trigo y maíz.
h.
Restricciones en la comercialización
del sector ganadero y de carnes.
i.
Intervenciones en el mercado lechero
con efectos no deseados para el productor
j.
Sumándose las provincias también en
ítems similares a los mencionados en este inciso, principalmente lo relacionado
a procedimientos en comercialización y carga tributaria excedente
k.
Y las provincias, incrementando
presión tributaria sobre insumos del agro, incluidos propiedad rural, Impuestos
de Sellos e Impuesto sobre Ingresos Brutos derivados de arrendamientos que se
trasladan a valores de arriendo.
l.
El mantenimiento a partir de 2008 de
un tipo de cambio bajo, de atraso progresivo, evidentemente como “ancla” anti
inflacionaria frente a otras variables macroeconómicas menos manejables como la
expansión fiscal y el crecimiento de los salarios.
m.
Poca o ninguna inversión en
logística para el agro, desde las arterias destinadas a transporte hasta las
condiciones portuarias.
…Y ENTONCES…
Y para ello, pienso: el agro debe buscar interlocutores
menos “gastados” mediáticamente. La verdad que quienes forman parte del sector perciben
o están viendo que los que operan como sus “cancilleres” frente al problema, no
tienen hoy la capacidad para reinstalar la agenda y darle impulso.
A la larga, todo termina en un juego de suma 0 (o incluso de
resultados verdaderamente negativo): Sector y Gobierno. Aquél porque intenta
con los mismos jugadores. Éste porque contesta con los mismos prejuicios.
Y EN ESTE MOMENTO: ¿PUEDE EL
GOBIERNO OBLIGAR A VENDER EL FRUTO DEL TRABAJO?
Todo indica que deberíamos encontrarnos con una respuesta
obvia. NO: NO PUEDE. Con solo leer la Constitución es suficiente. Ni siquiera
so-pretexto de tensiones en el mercado cambiario.
El fruto del trabajo de un productor, los granos, los
animales, etc., son exactamente iguales como resultado del proceso productivo a
los frutos del trabajo de un fabricante de ladrillos (stock de ladrillos), de
un fabricante de productos metalúrgicos (stock de tabiques y estructuras
metálicas), de un fabricante de alfombras o de un fabricante de autos.
El dinero es una mercancía. Entiéndase por favor. La
diferencia con las demás mercancía, es que es la única que pueda cambiarse por
cualquiera de las otras indistintamente.
Pero en esencia, cuando uno compra algo por lo que está
entregando al vendedor “dinero” por un “producto”, en el fondo lo que está sucediendo
es que una y otra parte de la operación entrega mercancía. O para ser más
correcto: bienes.
Un productor de ladrillos necesita el dinero para que el
circuito productivo que lleva adelante no se frente y el que compra ladrillos
lo necesita para construir, por ejemplo.
El productor (industrial) de ladrillos normalmente toma el dinero, define
su demanda regular, estima stocks para responder al mercado, paga sueldos,
proveedores, impuestos y recompra mercadería para seguir el circuito pero
guarda dinero en efectivo para contingencias u oportunidades en el marco de su
empresa.
Ahora bien: ¿qué pasa cuando se convive en un contexto
inflacionario?. El circuito que ejemplifiqué toma otras particularidades.
De la inflación resulta la pérdida de poder adquisitivo de la
moneda de curso en un país.
Retomando lo antes mencionado en cuanto a que el dinero es
una mercancía más, un bien más: esa pérdida de poder adquisitivo deriva en
menor capacidad de compra de las otras mercancías o los otros bienes. A
continuación, provoca que la gente pretenda tener MENOS de la “mercancía/bien”
dinero nacional y MÁS de cualquiera del resto de las “mercancías/bienes”. Y,
por supuesto, debe considerarse también que dentro del resto de las
“mercancías/bienes” se encuentra la moneda extranjera.
En definitiva, el productor de ladrillos ejemplificado antes
termina haciendo algunos ajustes a su circuito económico, en pos de preservar
la sustentabilidad financiera de su empresa y evitando terminar en bancarrota.
Y (a grandes rasgos) ajusta buscando tener menos disponibilidad de la mercancía
“dinero”, pues el uso que supuestamente le daba según el circuito descripto
antes, pierde sentido ante la variabilidad de los costos de reposición para su
empresa. Simultáneamente busca tener más disponibilidad de la “mercancía” stock
de productos (en su caso ladrillos). Incluso, buscando cubrir la pérdida de
poder adquisitivo y ante la presumible cobertura que ofrecen otras “mercancías”
puede intentar comprar la denominada “moneda extranjera”, que en cualquier país
libre debería ser adquirida sin inconvenientes salvo emergencias puntuales,
realmente excepcionales y de corto plazo.
Demás está decir que un comportamiento propio del ser humano
(aplicación de los alertas a la supervivencia) tal como el que acabo de describir
es en definitiva PROTEGER LA PROPIEDAD. Y es absolutamente coincidente con los
preceptos de nuestra Constitución.
En ese marco de contexto inflacionario, protección de la
propiedad y cobertura: ¿en qué difiere el productor agrícola del “industrial ladrillero”?.
¿Es más avaro y más egoísta?. ¿Es un apátrida?
No parece. Es un agente económico más (como el industrial,
el financiero, el consumidor, etc.) Toma similares decisiones ante escenarios
similares, como los demás agentes económicos. En analogía con el ejemplo,
“stockea” granos (el fruto de su trabajo) versus el “stockeo” de ladrillos
(fruto del trabajo del industrial-ladrillero).
Pero el marco dá la sensación de que en algo difieren: lo
que el productor “stockea” LEGÍTIMAMENTE, tiene impacto en el sector externo y
en la oferta y demanda de divisas. En rigor, como el “stockeo” es transitorio,
tiene efecto sobre las necesidades del Gobierno respecto de los momentos en
que, por estado de situación del balance de divisas o por expectativas
devaluacionistas, necesita hacerse de ellas. No en el mediano plazo.
Y digo transitorio porque dependerá siempre del juego
variación del tipo de cambio versus inflación anual. Si el tipo de cambio se mueve menos que la
inflación (como lo ha hecho desde 2007 para acá), es posible que el productor
decida vender y hacerse de “otra mercancía” que copie mejor el tipo de cambio
real mencionado.
Igualmente, hoy, cierto es que todos tenemos la sensación
que el atraso cambiario no dá para más, cuestión que se exterioriza en el
denominado “paralelo”. Y aunque este mercado de dólares es chico como para ser
referencia real de la oferta y demanda de divisas, refleja las expectativas de
todos respecto de la paridad cambiaria. Además que acelera fuga de capitales, “seca
la plaza”, encarece el dinero y afecta la inversión.
Ahora bien, aún cuando pueda tildarse al caso de los stocks
agrícolas como de “interés nacional” (la retórica se ha transformado en el
canal discursivo) por efectos macroeconómicos derivados del mercado de divisas:
¿puede el Gobierno obligar, presionar o extorsionar para liquidar stocks
granarios y derramar liquidez al mercado de divisas?. NO. Verdaderamente NO. NO
PUEDE ACCIONAR ASÍ. NO TIENE LEGITIMIDAD, NI LEGAL NI DE HECHO.
En primer lugar porque ese stock de granos es centralmente
el fruto del trabajo del productor. Éste fue quien decidió sentarse con un
propietario de tierras para arrendar, sentarse con un Ing. Agrónomo para
definir plan de siembras, sentarse con proveedores de insumos para comprar y
aplicar, sentarse con contratistas para planificar y ejecutar las labores, seguir
a diario el mercado internacional y local, sufrir con las fluctuaciones
climáticas a las que se está acostumbrando, definir las ventas de sus productos
y administrar la logística post-tranquera.
El PRODUCTOR enterró mucho dinero y riesgo “bajo tierra”
todo un año. ÈL ES DUEÑO DEL FRUTO DE SU TRABAJO. Y paga los impuestos. ¡Y
cómo!
En segundo lugar, porque las decisiones y ejecuciones mencionadas YA PROVOCARON SU EFECTO POSITIVO en términos macroeconómicos y de impacto económico regional en empresas de insumos, de maquinaria, de talleres de reparaciones, de contratistas, de empresas de transporte, de personal de puertos, etc. Efecto positivo que se repite año a año más allá de ser ignorados los productores voluntaria o involuntariamente.
En tercer lugar, porque la necesidad de divisas en la que
cae un Gobierno circunstancialmente es consecuencia de sus decisiones en
política económica.
La especulación en economía y finanzas existe (existió siempre y existirá), es propia de la naturaleza del ser humano y es claramente una respuesta a la incertidumbre y el riesgo, no solo aplicable a los ámbitos mencionados. La especulación es
cierta y concreta.
Y si es cierta y concreta, existe y existirá siempre: DEBE SER UN “DATO DE LA REALIDAD”
a considerar por quienes toman decisiones en el ámbito de las políticas públicas
que influyen en la macro y microeconomía. No puede solo atenerse “castigarla mediática
y socialmente” (más allá que es debatible esa susceptibilidad de castigo, caso
por caso) y elaborar meramente acciones pretendiendo desconocer que los agentes
económicos tomarán decisiones de cobertura (por llamarlas de alguna manera) ante
el cambio esperado de variables. Es decir: desconocer el "dato" es una visión riesgosa e inocente.
Entonces, me detengo en las acciones de política económica, su
impacto en el entorno y la realidad actual con la que se convive:
a)
el mercado de divisas se “tensa” a
partir de determinado momento porque el tipo de cambio no refleja las variables
que verdaderamente lo sustentan y se fija solo considerando la cuestión
“inflacionaria”, pasando a ser un mero “ancla”,
b)
pero también, porque se observa un
flujo de “caja” desde BCRA a Tesoro que provoca dudas sobre el real “poder de
fuego” neto de la autoridad monetaria,
c)
se tensa porque los agentes
económicos miran con suspicacias el balance del BCRA, sospechando acertadamente
que allí no solo hay “reservas”, hay pasivos que van más allá de la mera base
monetaria y por ende, sospechan sobre el valor del signo monetario,
d)
y se tensa en ese sentido porque la
moneda extranjera es “una mercancía” y ante escenarios inflacionarios, quienes
no tienen instrumentos de cobertura o sumas en pesos suficientes para adquirir
ciertos activos, no tienen otra alternativa que adquirirla,
e)
se tensa porque el escenario
internacional se encuentra muy volátil con paridades cambiarias que van
variando diariamente en uno y otro sentido, al punto de advertirse los riesgos
de “guerra de divisas” vía paquetes de estímulo monetarios y fiscales en los
países centrales (ver última reunión G20)
Por eso, considerando las últimas medidas de acuerdos de
precios y presiones al sector agrícola para “persuadir” vender la soja y no
stockearla, son acciones “de atajo” que no van sobre el problema de fondo pero
intentan frenar el gran temor del año: el desborde inflacionario en pleno
escenario de elecciones legislativas.
Son factores que claramente nacen de una perspectiva
microeconómica de la inflación, totalmente desacertado en tanto es claramente
siempre, aquí y en cualquier lugar del planeta, un fenómeno macroeconómico.
Esperemos entonces que esta operatoria desde óptica “microeconómica”
respecto de la inflación sea un “atajo” para contenerla y pasar el trago
electoral, así luego avanzar en medidas que se apliquen sobre el problema de
fondo y que está en esos incisos a) a d) que comentaba antes.
El sector agropecuario no es responsable de la inflación
como tampoco del aumento del dólar marginal y una eventual decisión de “guarda
de granos” es solo una cobertura como el caso del “ladrillero” que ejemplifiqué
más arriba.
Ojalá se pueda avanzar a una relación más sustentable
entre las partes de aquí en adelante. Todo parece indicar que ambos se
necesitan. Veremos como sigue.
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