domingo, 3 de marzo de 2013

CONTENCION DE LA INFLACION: ACCIONES DIRECTAS VERSUS MACROECONOMIA


1.    EL TEMA.

El tema es de la actualidad económica argentina y uno de los asuntos más preocupantes: la inflación.

Reconociendo esta situación, en febrero y a través del Secretario de Comercio Interior, el Gobierno argentino definió acciones directas para la contención de la suba de precios y servir como referencia a paritarias que moderen el reclamo de suba.

Es evidente que ha observado lo delicado de la situación y ha pensado en ganarle de mano a una eventual espiral salarios-precios. Más preocupante aún políticamente, en un año de elecciones.

Pero ¿lo logrará en el intento? ¿Logrará amainar los aumentos de precios de manera estructural para un mediano plazo en el que la economía transcurra con variaciones soportables?  Veremos. A priori solo me cabe expresar: ojalá que así sea.

Las medidas del tipo de las anunciadas, son acciones directas aplicadas contra el avance de la inflación y se dirigen a controlar precios y salarios vía intervención sobre los agentes económicos involucrados. Un ejemplo puntual que se viene ejerciendo desde 2002 es el de las tarifas.

Es indiscutible a esta altura de la ciencia económica que uno de los principales objetivos de “los precios” como parte de un sistema económico eficiente es la asignación de recursos, entre otras razones porque raciona y reacomoda dinámicamente la demanda. Estas medidas de tipo directo pueden lograr efectos de corto plazo, pero a la larga tienden a quitarle capacidad de adecuación, por lo que la prolongación de su aplicación termina afectando la inversión, retroalimentando el problema.

En tal sentido, los controles de precios (entre éstos las tarifas de servicios) y salarios en un ambiente de política fiscal y monetaria expansivas, son generadores de fuertes distorsiones en precios relativos y por ende, creadores de un escenario que a la larga solo se descomprime con un “reventón”.

Los acuerdos de precios no serían en sí “controles”, pero van en el mismo sentido, al punto que algunos manifiestan que “a la larga son lo mismo”, considerando los mecanismos informales de sanción ante incumplimiento.

Además, se dirigen a determinados sectores solamente: alimentos, indumentaria, electrodomésticos. De manera que, aún cuando en el plazo que se imponen tengan éxito, son elementos aún más distorsionadores de precios relativos, lo que es riesgoso. Pues la economía es “todo una” en el sentido de operar sistémicamente en delicadas interrelaciones. Quiero decir: todos los sectores, a la larga, están vinculados.
 

2.    ¿APLICAR “ACUERDOS DE PRECIOS” SIGNIFICA ATACAR LA INFLACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA INCORRECTA?.

Hace un tiempo ya que a nivel político se viene observando a la Inflación como un problema solucionable desde este tipo de acciones Y de hecho, en los últimos cinco años desde que volviera a tomar vida con algo de fuerza en la vida de los argentinos, la inflación fue contenida solo con dos acciones: a) acuerdos puntuales de precios; b) atraso cambiario.

Insisto en que, a mi juicio, estas acciones directas terminan siendo atajos que pueden descomprimir situaciones en el corto plazo, pero se desvanecen o incluso generan escenarios menos convenientes en el mediano plazo, si es que en el intervalo de su imposición no se inicia simultáneamente un plan de tipo macroeconómico dirigidas a la demanda agregada.

En definitiva, el esquema que hoy existe es: acuerdos de precios (bajo la lógica conceptual de los viejos controles) y restricciones a la compra de moneda extranjera.

Buscándole marco teórico a este tipo de planes, es inevitable considerar que un Gobierno decide atacar la inflación con estas medidas porque parte de la premisa que existe un problema de estructura de mercados (alimentos, indumentaria, medicamentos, etc.) que habilita los abusos por parte de empresarios ambiciosos, inescrupulosos y avaros. En el fondo y más allá de los calificativos implícitos: una cuestión MICROECONÓMICA.

      Y la verdad que no es una ocurrencia o capricho solamente de este Gobierno. Los controles de precios han existido en todo el mundo e incluso en países desarrollados. Más aún: han existido en toda la historia económica del globo. Ella cuenta con ejemplos vastísimos, si bien no vinculados a “acuerdos de precios” pero sí a controles de precios y salarios. Veamos.


3.    UN BREVE REPASO DE ESTOS CONTROLES EN LA HISTORIA.

Un ejemplo clásico de los controles de precios y salarios es la Gran Inflación del Imperio Romano. David Ranson, en la Biblioteca Fortune de Economía, cita el antecedente de esta manera: “Sucesivos emperadores reemplazaron una creciente fracción de la plata de su antigua moneda, el denario, con metales base como el bronce o el cobre. Como resultado de ello, los precios ascendieron inexorablemente pese a los repetidos intentos de contenerlos a través de la legislación. Diocleciano, en vez de aceptar la responsabilidad de la degradación de la moneda, atribuyó la rápida inflación de su época a la avaricia de sus súbditos. Su famoso edicto del 301 d.C. amenazaba con muerte a cualquier vendedor que cobrara precios por encima de los límites oficiales. Pero la inflación creció desbocada durante otro siglo más, antes de que una moneda alternativa, una moneda de oro no depreciada identificada por Shakespeare como besante, se extendió por toda Europa y duró hasta bien entrada la Edad Media...En los tiempos modernos sigue culpándose de la inflación a la codicia privada, y los gobiernos todavía buscan frenarla por decreto, ..."

Si uno va a la letra del Edicto del 301 a.C. encuentra muchos términos que hoy se considerarían “fachos”, pero que, parece: suelen generar una “atracción retórica” en los hacedores de política quedan atraidos en la tentación de echar mano a su aplicación.

La historia lo muestra, pues antes de Diocleciano existieron otros muchos, como también otros muchos después de él. Los controles de precios y salarios han sido aplicados en muchos países y el nivel de “agresividad” en esa aplicación varió según el régimen político vigente, más o menos democrático, más o menos libre.

Para el tema, es sumamente interesante la reseña casuística de la obra “4.000 años de controles de precios y salarios” de Robert Schuettinger y Eamon Buttler (Ed. Atlántida, 1979) para hacer un listado de antecedentes históricos con este tipo de políticas.

Lo cierto es que sin importar la situación política de cualquiera de los países que los implementara, todos se impusieron con el mismo discurso de fondo: la avaricia de la gente como disparador de acciones directas de base microeconómica. Entonces: antes fue la avaricia “de los súbditos”. Desde el Siglo XX (especialmente a partir de mitad del mismo) es la avaricia “de los empresarios” dando la sensación que el concepto de “súbito” tan solo ha cambiado de matiz con el paso de la historia en la relación Gobierno-ciudadanía.

El Edicto de Diocleciano que citáramos antes, nacido en el a.301 AC es notable y salvando la distancia en la extrema gravedad de las penas a su violación, tiene mucho de coincidencia con otros intentos de controles de precios en el siglo XX en el mundo entero.

       Ese edicto es revelador de la filosofía detrás de este tipo de esquemas destinados a frenar el incremento de precios, particularmente lo que fundamenta las penas.

Es interesante al tema de este post la cita de algunos párrafos centrales del Preámbulo de dicho edicto, para exponer más claro de qué estamos hablando:

“…Nos complace por lo tanto, que los precios de los artículos bien determinados en la lista que se detalla más adelante, son los que deberán tenerse en cuenta en toda la extensión de nuestro dominio, de tal manera que todo hombre comprenda que la libertad de exceder dichos precios queda coartada…”

“Por otra parte, esta restricción constituye una obligación mutua entre vendedores y compradores…”

“Por lo tanto, puesto que es un hecho establecido que también nuestros ancestros emplearon el método de la nueva legislación mediante la cual se limita la audacia con un castigo previsto – ya que es muy raro que la condición humana se beneficie haciendo uso del libre albedrío. Siempre es el temor el maestro más justo de todas las obligaciones, que restringirá al hombre y lo guiará por la senda del bien – es nuestra voluntad que aquella persona que hubiera osado actuar en contra de las disposiciones de esta ley sea sometida a la pena de muerte.”

“Y que nadie considere éste un castigo cruel, ya que el acatamiento de la moderación constituirá la defensa contra el castigo”.

La historia en el Siglo XX también cuenta muchos otros antecedentes para mostrar en todos los continentes, incluyendo a muchos países que hoy manejan los efectos inflacionarios desde la perspectiva correcta: la macroeconómica. Pero en otros tiempos (pre y post guerras, particularmente) aplicaron controles de precios (lógicamente sin pena de muerte, pero sí con otras sanciones: confiscaciones, decomisos, sobreimposición, etc.): Francia, Alemania, Dinamarca, Holanda, Australia, EEUU, dentro de una lista que parece no tener fin, excepto porque hay una cantidad definida de países en el mundo.

En Argentina los casos más recordados de controles de precios han sido de la gestión de Perón en su primer gobierno y también en su segundo gobierno (73-76 Campora-Perón-Martinez de Perón). El otro antecedente recordado es el de Alfonsín a mediados de su mandato. Pero también han tenido versiones de distinto tipo en algunos gobiernos militares (sino no tendría explicación la Ley de Abastecimiento).

Y, por supuesto, en la historia mundial: Alemania tuvo su momento “dioclecianista” por llamarlo de alguna manera. Cuando llega Hitler al poder instaura esquemas muy fuertes del tipo mencionado, con la creación del Delegado de Precios del Reich, quien poseía facultades geográficas notables, dentro de una gran estructura burocrática dirigida a controlar precios y salarios. Las leyes si bien no preveían pena de muerte, si preveían arresto y multas ilimitadas.

Lo cierto es ninguno de los casos, más allá de cierto tempo de aplicación, se lograron resultados. A la larga: solo mayor inflación, con producción en caída. Además, queda el antecedente también que la instauración de los controles de precios es fácil pero no acompañados de una acción anti-inflacionaria de origen macroeconómico, son difíciles de desarmar. Y, finalmente, la historia muestra que las salidas terminan siempre en “reviente de precios relativos” y re-distribuciones de ingreso fuertemente regresivas.

      En ese sentido, una anécdota interesante de la historia surge en momentos en que EEUU estaba evaluando aplicar controles de precios y salarios, cayendo en los errores típicos de los Gobieros, Herman Goering, responsable del Planeamiento Económico en el Tercer Reich le comentaba a un corresponsal de guerra, Henry Taylor lo siguiente: “…Su América está implementando una serie de medidas económicas, que nosotros descubrimos nos causó muchos inconvenientes. Están intentando controlar los precios y jornales, el trabajo de su pueblo. Si implantan ese sistema deberán controlar la vida de las personas y ningún país puede intentarlo a medias, Yo lo hice y fallé. Asimismo, una nación tampoco puede imponer un control absoluto. Y lo intenté y también fracasé. Uds no son mejores planificadores que nosotros. Suponía que sus economistas comprenderían los sucesos que ocurrieron aquí ¿Sucederá como siempre que las naciones no aprenden de los errores de los demás y cometen los mismos errores una y otra vez?...”

Sin palabras, ¿no?.
 

4.    CONTROLES DE PRECIOS: ACCIONES DE NATURALEZA MICROECONÓMICA. ¿Y ALGO MÀS?.

Dejemos lo histórico por un momento y volvamos a lo técnico.

Consideramos entonces que estas acciones de tipo directo contra la inflación estarían nutridas de conceptos de microeconomía tales como posiciones dominantes, acuerdos oligopólicos de precios o la manipulación de éstos por situaciones cuasi monopólicas. De lo contrario, técnicamente, habría incoherencia entre diagnóstico y solución provista.

Y por analogía con antecedentes de otras partes del globo y la historia, ese parecería ser el caso de Argentina. Aunque las restricciones sobre adquisición de moneda extranjera deberían considerarse acciones heterodoxas sobre una variables de macroeconomía. Pero en general podríamos presumir que, como sustento técnico de economía, el Gobierno estaría basándose en criterios “Micro” prescindiendo de la “Macro”.

Ahora bien: también podría dudarse del enfoque. Quiero decir: ¿Será realmente así? ¿Es una deliberada apelación a conceptos microeconómicos la que existiría detrás del análisis de las causas de la inflación? ¿O acaso esa forma de definirlas sería el sustento técnico para introducir otra cuestión más vinculada con lo político que con lo económico?

De los discursos que pueden escucharse o leerse, uno se inclinaría más por pensar que la  base conceptual microeconómica sugerida es en realidad el argumento que permitiría sostener con cierta visión académica la condena política a las acciones macroeconómicas anti-inflacionarias, sea porque se precalifican de recesivas, sea porque se las asimilan a las propias de los ´90. O por lo que fuere.
 
      Además, la oposición a ese tipo de políticas anti-inflacionarias por parte de los Gobiernos en general, suele emerger porque los diagnósticos que sugieren su aplicación terminan desnudando errores previos de política económica. Y: ¿a quién le gusta auto imputarse un error de política pública? A Nadie. Menos al sector político.
 

5.    LA HISTORIA CERCANA EN NUESTRO PAÍS: DESDE 2006 A LA FECHA.

Si tuviera que definir en qué momento empieza el escenario de inflación creciente en nuestro país, debería remontarme a finales de 2004. Allí se daba la discusión entre BCRA y Ministerio de Economía sobre el tipo de cambio de referencia. El primero considerando que técnicamente debía estar más cerca de los $ 2,80 mientras que el segundo, desde la tradicional visión argentina industrialista, consideraba que debía estar más cerca de $ 3,30 o incluso $ 3,50.

Téngase en cuenta que esos pesos que entran al mercado para comprar los dólares destinados a “valer más cerca de $ 3,50 que de $ 2,80” solo pudieron esterilizarse (es decir: volver a quitarse del circuito) parcialmente. El BCRA lo hacía emitiendo Lebacs y Nobacs licitadas a bancos. La entidad monetaria se re-hacía de parte de los pesos usados para comprar los dólares y evitaba que el derrame tuviera impacto fuerte y fuera fuente incontenible de inflación.

Lo cierto es que hasta finales de 2006 el impacto fue menor porque convivió con superávits gemelos y particularmente desde el frente fiscal, buen superávit primario. Este luego perdería peso y la relajación de la política fiscal con la convalidación de ajustes anuales de paritarias alejadas de la productividad del país, la expansión creciente de la oferta monetaria y el exceso de liquidez encendieron el motor que hoy desea apagarse.

Solo el atraso cambiario quedó como ancla anti-inflacionaria. Pasaron Miceli, Peirano, Lousteau y Boudou. Ahora está Lorenzino.

Ninguno tuvo suerte. El juego antiinflacionario se llevó acabo siempre más en “cancha” del Sec. De Comercio Interior que en áreas más técnicas del Ministerio de Economía. Claramente una visión microeconómica, si se buscara sustento técnico a la decisión política.

Quedaron entonces los “techos” a tarifas, los “acuerdos” de precios y el dólar BCRA atrasado como únicas acciones llevadas adelante en un marco de expansión fiscal y monetaria, lo que de prolongarse en el tiempo, inevitablemente termina en sobrecostos económicos y sociales posteriores.

Y esta última medida de acuerdo por 60 días, que en la semana pasada sumó a eslabones anteriores en la cadena de comercialización (por reclamos de supermercadistas) se toma previendo que se vienen paritarias y que incrementos salariales desmesurados en un marco de “techo” a precios y tarifas, complicarían el escenario aún más.

En el corto plazo, o al menos en esos 60 días, es posible que logren efectos estabilizadores. Pero pretender perpetuarlo mucho más, sin acompañarlos con medidas de “Macro” es comprar el problema agravado a la vuelta de la esquina.

Se esperan medidas de las mencionadas para evitar salidas de shock. Y sí: todo es posible. Sin embargo, debemos tener en cuenta que es año electoral.
 

6.    LA INFLACION DESDE LA PERSPECTIVA MACROECONOMICA.

Entonces: ¿qué significa diagnosticar la inflación desde la macroeconomía?.

Es básicamente buscar sus causas en:

-       la política fiscal (gasto público, niveles de superávits primarios necesarios, financiamiento desde BCRA)

-       la política monetaria (crecimiento de la oferta de dinero y excesos de liquidez),

-       la política cambiaria (atraso cambiario, desde la administración del tipo de cambio por el BCRA),

-       política salarial (en la intervención general que viene haciendo en las convenciones colectivas, legitimando incrementos desvinculados de productividad)

-       las expectativas (de los agentes económicos, consecuencia de las cuatro anteriores)

En primer lugar es necesaria una aclaración: decir que en estos momentos la inflación en Argentina tiene base macroeconómica, no implica desconocer el peso de ciertos jugadores en determinados mercados, que pueden jugar un rol que profundiza la inercia de aumentos de precios.
 
Es decir: los avaros existen. El tema es como jugar contra esa avaricia, principalmente porque no todos lo son y las acciones directas han resultado en mejoras de posición de los no deseados y empeoramiento de la generalidad. El caso de los agro-alimentos es un ejemplo claro, con casos en que entre productor y consumidor hay más del 1000% de diferencia en precio y sin embargo lo único que se ha intentado es “pisar” el precio del producto primario afectando negativamente el potencial de producción en el primer eslabón de la cadena.

Pero la inflación es más que esa situación particular de “los avaros” y la verdad que ellos harían menos negocios que actualmente, si el problema del aumento general de precios se combatiera desde la óptica correcta.

       Entonces, antes de seguir: reconozco que puede haber algo en la estructura de los mercados que propenda a recrudecer el estado de la inflación. Pero ésta es un fenómeno esencial y sustentablemente corregible desde el diagnóstico y desde las acciones previstas por el análisis macroeconómico.

Conceptualmente, en macroeconomía puede haber inflación de “demanda” (una demanda que se desplaza fuertemente sin una respuesta acorde de la oferta, que no es otra cosa que la producción y/o la importación) o inflación de “costos” (podría llevar un análisis Micro parcial, aunque generalmente suele vincularse a “inflación importada” en el sentido que la transmite el mundo a través de insumos que deben importarse).

Por otro lado, está la perspectiva monetarista en macroeconomía, según la cual todo sería una cuestión de cantidad de dinero que circula en la economía, regulable desde los bancos centrales.

Sin embargo, yo creo que en Argentina tenemos un poco de todo e incluso, mucho menos de lo vinculado a inflación de costos.

Entiendo que, cuando analizamos el escenario inflacionario en Argentina, debemos atender a la evolución “real” del Gasto Público, la evolución “real” de la Oferta monetaria, la evolución de la inversión y, finalmente, de las expectativas.

Pero: también el tipo de cambio.

En definitiva, todos los ítems que definí al principio de este apartado, respecto de los cuales en los últimos 5 años podemos detectar:

a.           gasto público creciente a tasas muy altas que primero disminuyó y luego eliminó casi totalmente uno de los principales logros del primer Gobierno de Kirchner: el superávit primario

b.           excesiva liquidez propia del crecimiento de la oferta monetaria, al principio por propender excesivamente a un tipo de cambio competitivo, luego financiando el gasto público desmedido

c.           niveles salariales para toda la economía que hace ya 3 años se desvincularon del nivel de productividad impactando fuertemente en costos de producción, además de profundizar el crecimiento del PBI sobre base consumo “tironeando más la demanda”

d.           el dólar atrasado, que vinculado a c. implica ingresos locales altos en términos relativo, mucho poder de compra inflado, altos costos de producción, pérdida de competitividad y rentabilidad y por ende, reducción del nivel de inversión productiva que a través de la producción vaya recomponiendo la oferta para que responda a los incrementos de demanda implícitos en semejante “fogoneo” del gasto.

En definitiva: todo un “cocktail” que potencia la demanda frente a la oferta.

Adicionalmente, en este proceso la inversión desde la concepción macroeconómica, dimensionada como la Inversión Bruta Interna Fija no ha tenido la suficiente participación en el PBI que acompañe ese crecimiento que todos deseamos sostener a “tasas chinas”.

Si descomponemos la IBIF nos encontraremos que en los últimos 5 o 6 años, gran parte de la misma es obra pública, no totalmente vinculada con el aumento de producción (es decir: poca ruta, poco puente, poca infraestructura base para la producción) e inversión privada en construcción de edificios residenciales. Al final: una insuficiente presencia de inversión en maquinaria y equipo, que es la que reflejaría ese crecimiento potencial de la oferta para afrontar la demanda incremental.

Y en ese marco de descalce oferta-demanda, exceso de liquidez, atraso cambiario y distorsiones en precios relativos aparecen las expectativas de los agentes económicos. Otro elemento del análisis macroeconómico.

No son otra cosa que:

-       las expectativas del consumidor que parece no encontrar destino a sus pesos y prefiere seguir gastando más y más,

-       las expectativas de los bancos, que al haber incertidumbre para inversión, redirigen capacidad prestable a lo que es financiamiento del consumo vía tarjetas de crédito y retroalimentando la demanda o meros servicios para el gasto de las personas,

-       las expectativas del ahorrista que no encuentra ese destino  en el sistema financiero convencional, ve saturado el mercado inmobiliario y prefiere ir al dólar (en donde lo pueda conseguir y pagando lo que cueste), salvo que pueda conseguir algún activo dolarizable en algún sentido,

-       y finalmente, las expectativas del productor que ante la falta de señales o con cierta incertidumbre, se limita a operar con la capacidad instalada buscando que cualquier “reventón de precios relativos” lo agarre en el medio de implementación de un plan de inversión alargando fuertemente los plazos de recupero o incrementando el costo financiero.

Con esto último no quiero decir que no hay inversión productiva por parte del sector privado. La hay: pero se observa más que nada en aquellos mercados en los cuales los agentes económicos ven que la demanda internacional muestra un sostén interesante de M.P/L.P. y están, por ende, dispuestos a “bancarse un chubasco” en el medio. Por ejemplo, todo lo vinculado a agro-alimentos. E incluso, crece la inversión en inventarios como cobertura de inflación previendo crecimiento de los costos de reposición. Todo expectativas.


7.    ENTONCES.

      Entonces, sigo convencido que solo solucionaremos el problema desde una perspectiva macroeconómica.

Las expectativas descriptas genéricamente antes, son las que retroalimentan escenarios de inflación y se trasladan a salarios y precios.

Para poder aplacarlas con suficiencia, los agentes económicos deben ver que se planifican remedios de macroeconomía aplicables sobre las variables ya mencionadas: política fiscal (ingresos y gasto público), política monetaria, política salarial (más micro que macro, pero como se trabaja desde el efecto dominó de una paritaria que referencia a las otras, termina operando como macro) desde un criterio que siga a la tasa de productividad de la economía y política cambiaria.

Así, cuánto antes se exterioricen, más cómodo será el “post día 61”.

Pero: 2013 es año electoral en Argentina, generalmente no se lleva bien con la implementación de medidas del tipo señalado.


8.    ANTES DE TERMINAR TOTALMENTE: UNA ACLARACION SOBRE DOS PUNTOS.

Lo que estimo debe aplicarse, según lo expresado antes, tendrá seguro y previsiblemente dos aristas de confrontación:

a.     La primera es que lo que uno sugiere se emparentaría con políticas recesivas de destrucción de empleo, “ya vividas y moralmente irrepetibles”

b.    La segunda es que los países desarrollados están pagando “sus cuentas” a través de la crisis sufrida, como consecuencia de “esas recetas”.

En cuanto al inciso a) cabe manifestar lo siguiente:

            a.1. desde 2007 se estancó el nivel de desempleo y no se generan en términos netos nuevos puestos de trabajo en forma significativa, lo que se puede verificar observando indicadores del propio Indec.

            a.2. en 2012 se tuvo un crecimiento cercano a 0. Supongamos que sea el que informa el INDEC: 1,9%. Consideremos que bajamos casi 6 puntos en la tasa de crecimiento en un solo año. Y en general se atribuye a las restricciones sobre la compra de moneda extranjera que aumentó la fuga de divisas, secó la plaza y aumentó el costo del dinero.

            a.3. en 2013 se espera un crecimiento cercano a 0. En el mejor de los casos, parecido a 2012.

            a.4. el peor escenario: crecer entre 0% y 2% conviviendo con una inflación del 25%/30%. Nada lindo.
 
            a.5. finalmente hoy la inflación es una variable que "traba y frena" las decisiones de mayor inversión y mayor consumo, por lo cual es más destructora de empleo que una acción macro anti-inflacionaria.

En cuanto al inciso b) cabe manifestar lo siguiente:

            b.1. la crisis emerge cuando EEUU reacciona equivocadamente a lo que temía un crecimiento de la inflación y una burbuja inmobiliaria (finales de 2005)

            b.2.. la primera fue error de diagnóstico y la segunda fue creada por el propio Gobierno, desde el mantenimiento durante excesivo lapso de tiempo las tasas bajas (2001-2005), combinadas con gasto público (fundamentalmente en defensa) y endeudamiento creciente

            b.3. exceso de liquidez que dio nacimiento a ingeniería financiera, con productos estructurados y recompuestos en sucesivas securitizaciones para terminar prestando a “imprestables”, por ser necesario seguir haciendo girar la moneda

            b.4. en Europa, la decisión general de una moneda común requería convivir con ciertos requisitos macroeconómicos a seguir por los países miembros, los cuales nunca se siguieron como corresponde y las distorsiones se vislumbraron

            b.5. exceso de liquidez que se vio en países como España e incluso Inglaterra, con un crecimiento desmesurado y apalancado en la inversión inmobiliaria residencial

            b.6. China sosteniendo desde el otro lado esta situación, por un Yuan devaluado incongruente con el crecimiento de sus exportaciones al globo, los superávits comerciales e incremento de reservas soberanas

            b.7. Japón manteniendo niveles de deuda incompatibles con su estructura de producción, sin avanzar en reformas por venir conviviendo con casi deflación desde hace 3 décadas.

            b.8. cuando los bancos centrales de esos países se creen dueños de la “sintonía fina”, ajustan las tasas de interés para enfriar y destruyen todos los contratos estructurados en el sistema financiero, destinados a convivir con exceso de liquidez y préstamos a imprestables, que terminaron inflando la burbuja inmobiliaria. La que al reventar, dejó lo que ya sabemos.

            b.9. ahora España, Grecia, Italia, Chipre, Francia sin poder ajustar porque conviven con desempleo del 11% y mucha bronca social.
 
            b.10. los banqueros hicieron grandes negocios, pero el impulso se lo dio el Estado a travès de los excesos de liquidez inflingidos. Ademàs que, cuando "cualquiera accedía a una casa" en EEUU, Inglaterra,  España o Grecia, los gobiernos se ufanaban de sus "excelentes políticas de desarrollo" mientras a espaldas crecía el "globo" que luego reventaría.

     ENTONCES, en la crisis financiera y particularmente en este doloroso momento de Europa, siempre debe recordarse que “el fuego” dio inicio por exceso de liquidez derivado de gobiernos dispendiosos y bancos centrales excesivamente creídos de su capacidad de manejar "sintonía fina".
 
    NO HAY QUE DEJARSE CONFUNDIR EN ESTO.
 

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