martes, 24 de abril de 2018

PRECIOS Y TARIFAS: A PROPOSITO DE LOS DICHOS DE LA EX-PRESIDENTE


El tema

Esta reflexión mía nace de ciertos tweets de la ex-presidente Cristina Fernández de Kirchner, respecto del precio de las tarifas. En ellos, se refirió en términos comparables con otros países de la región.  Al respecto ha dicho  “...es un error compararse con Uruguay..." (caso) porque éste "no es productor" y debe pagar "el precio".

Dichas expresiones me llevan a inferir que, según ella, la energía debería estar barata por el solo hecho de ser "quienes la producimos". Lo que me lleva, a su vez, a entenderla de la siguiente manera: quienes producen un bien (por más que en este caso estemos ante tarifas particularmente), más allá de las condiciones existentes de producción (capital, productividad, eficiencia), deberían escoger entre dos posibilidades: 1) no cobrar el precio pertinente y absorber las pérdidas de margen por aplicación de algún método "para-normal"; o 2) que sea el Estado quien deba "completar" vía subsidio, el precio pertinente, para que las empresas puedan seguir invirtiendo y produciendo. Y en este último caso, indemnes usuarios y consumidores, quienes no percibirían cambios sustanciales y no alterarían pautas de costos y consumos.

Más allá de encontrarme en las antípodas de una posición como la mencionada, lo más desconcertante es que la ex-presidente ni siquiera promovió acciones basadas en alguna de esas posibilidades, medianamente "coherentes". 

Cristina Fernandez, siempre adepta a posturas económicas de tipo "romántico", insistió en su postura al nivel de lograr algo peor, tipo sui-generis. Una mezcla más explosiva. 

Puedo entender que las políticas que parten desde una visión notablemente electoralista ymuy propia de los populismos observados en la década pasada en Latinoamérica, sean proclives a esas mezclas explosivas. 

Esa fantasía de la ex-presidente se ha manifestado de dos maneras a lo largo de su gestión: en primer lugar, el sector proveedor de esos bienes (energía, gas, etc.) no percibió el precio que permita recuperar costos y mantener niveles de inversión y producción. En segundo lugar, sumó subsidios hasta cierto punto o nivel, para beneficiar a sectores usuarios y consumidores. Subsidios que fueron creciendo sin techo hasta finales de 2015.

Y así, peor escenario de política energética no pudo haber logrado. Es tan increíble, que prefiero pensar en que fue intencional y no un error, pues sería grave propio de ignorancia peligrosa para una Jefe de Estado.

El Sistema de Precios y las decisiones económicas.

A partir de esas circunstancias, se pueden describir dos tipos de países:

1) el propuesto por Cristina Fernandez de Kirchner, imaginado en cortoplacismo eterno: PBI/cap estancado (traccionando solo con "inflación"), ahorro <17%/PBI, IBIF (en bs capital) <10%/PBI;

2) cualquier otro (sin importar partido político), más sensato y racional: que mira condiciones de largo plazo y que, traído a nuestra actualidad, habiéndose aplicado un modelo desastrozo como el señalado en 1), debe tomarse ese punto de partida e ir en redefinicion progresiva de los componentes de la damanda, moderando el consumo en favor del ahorro y la inversión. Ello en un proceso que deberá ser llevado hasta recomponer lo más sanamente posible la situación de precios relativos.

Y en general, de manera sintética, podemos imaginar 4 (cuatro) formas de establecer un perfil de precios para el sector de "utilities" dirigidas a abaratar la provisión,  prescindiendo a estos fines, de propuestas mixtas (como las que operan sobre la conformación de contratos de concesión):

a) el Estado subsidia una parte, mayor o menor y la empresa recibe el precio necesario;
b) el Estado no subsidia, pero bajo un esquema de "regimen", mantiene "a raya" a las productoras y generadoras, pisando sus precios
c) se estatizan los servicios y entonces el Estado fija el precio directamente
d) el sector privado produce, vende, gana e invierte: productividad mediante, reduce precios.

Las primeras tres (a, b y c) tienen consecuencias conocidas para nosotros. Suelen producir estancamiento en inversión y producción, "acogotamiento" de oferta, déficit fiscal, inflación, déficit energético (paradójicamente!) e negativo impacto ecológico. Y merece descartarse de plano, vistos nuestros propios antecedentes, el supuesto de provisión directa por el Estado. Nos recuerda rápidamente esa situación paupérrima que hemos vivido hasta finales de los '80s.

Los Precios Relativos.

Pero hay algo más intrínsecamente grave que lo mencionado hasta recién. Algo peor que las posibilidades a), b) y c) descriptas en el apartado anterior. Algo que genera consecuencias nocivas para una estructura económica armoniosa desde una visión de largo plazo. 

Eso tan grave, es el impacto que esas decisiones de política tienen sobre los precios relativos. 

Si ejercitáramos un poco, pensaríamos, por ejemplo: cómo afecta las decisiones de consumo en términos de artefactos eléctricos el hecho de tener una energía artificialmente baja. Obsérvese que no es solo convalida un comportamiento irracional de consumo, sobre un bien cuya escasez no se releva vía precio, sino también las convalida un re-direccionamiento de las decisiones de consumo entre distintos bienes, hacia aquéllos artículos consumidores de energía. 

Se produce ese re-direccionamiento a bienes que insumen electricidad para funcionamiento, por tener ese insumo clave (la energía eléctrica) en un valor "regalado", en términos relativos, respecto de cualquier otro tipo de bien. Produce entonces un movimiento de la demanda de ciertos bienes que no consumen energía respecto de los que sí lo hacen, por estar revelándose en forma deficitaria un valor.

A esas señales erróneas, les siguen otras peores: industrias que siendo capital intensivas, grandes consumidoras de energía en sus procesos, perciben erróneamente que ese insumo clave se encuentra barato. Y es error porque, en rigor no lo está. Ocurre solamente que , solo que su costo está siendo "repartido entre muchos otros" a través de impuestos e inflación. Pero en las decisiones de proceso y de flujo de fondos del proyecto o de esa industria, ellos perciben una ganancia en costos y un margen de competitividad externa e interna en forma artificial. Así, serán pocas las que propendan a la eficiencia de procesos y a la racionalidad del uso de insumos (entre ellos la energía). Y peor aún, en una estructura de precios absolutamente distorsionada: cualquier industria de dicho sector, puede "generar inversiones" atraída por costos artificialmente bajos.

De manera que, si profundizamos, caemos en un sinnúmero de efectos nocivo que esa distorsión produce horizontal y verticalmente en toda la economía.

Pero los efectos finales nunca tardan en llegar. La "factura" llega, indefectiblemente.

Es que el precio más caro que puede pagarse por un bien, es su escasez excesiva o su extinción.

Los "Precios Políticos"

Las primeras tres opciones mencionadas en el otro apartado, previo al anterior (detalladas como a, b y c) suelen tener muy buen impacto político, pues "liberan bolsillo" de las personas para otros consumos que les resultan más placenteros. El espectro consumidor, vive en esa "sensación" de bienestar emergente un supuesto poder de compra y disfrute del gasto. Supuesto totalmente ficticio, por insostenible en el tiempo.

Ese "bolsillo", como dije, queda liberado para otros gastos, los cuales, si se analizaran racionalmente, con seguridad revestirían mucha menos importancia que el hecho de acceder a luz y gas durante todo un mes (considerando todas las acciones cotidianas que se logran por estos otros bienes). 

Así, el consumidor (y también el usuario) prescinde de otorgarle valor, pues ya sabe que no es él quien lo define, además que, en los hechos: no observa tener que "sacarlo de su bolsillo". Consecuentemente tampoco define con su decisión (más racional) la calidad y la cantidad de su provisión potencial general. 



¿Por qué se considera exceptuado de otorgarle debido valor? porque "el Gobierno lo está haciendo por él". Y lo hace para beneficiarlo, desde ese enfoque paternalista  al que recurrentemente apela el sector político.

En consecuencia, ese Gobierno benevolente, actuando en ese sentido, suele arrasar políticamente en elecciones. Suele mantenerse en el poder incluso, más de un mandato.

Pero entonces, comienza un proceso depredador en términos económicos, absolutamente nocivo para la salud económica de largo plazo del país.

Y es que no puede esperarse otra cosa: precios que son fundamentales para señalizar las decisiones de los agentes económicos, a fin de ejecutar acciones racionales y sostenibles en el tiempo, terminan siendo "secuestrados" por la concepción política de los mismos, desapoderándolos de casi todas las virtudes que ellos tienen. 

Virtudes que se reflejan en un buen sistema de precios, el cual, funcionando lo más libre posible y con la flexibilidad connatural a ello: envía señales transparentes a los agentes económicos para que definan preferencias temporales, consumo, ahorro e inversión, niveles de producción, etc. Todas ellas en un marco de sostenibilidad inter-temporal.

Todo lo contario: los “precios políticos” tienden a generar preferencias temporales excesivamente cortoplacistas, fortaleciendo el natural comportamiento del ser humano de preferir algo hoy a mañana, descuidando el hecho de si podrá volver a tenerlo mañana.

En ese contexto, la economía funciona completamente viciada, enferma, con constantes shocks, caídas y recuperaciones. Pero siempre dejando más daños en las caídas, que curas en las recuperaciones.

La opción sustentable. El camino difícil.

Volviendo a las posibles formas citadas de definir precios, llegamos a la opción d).

Esta, por la modalidad en que se instrumenta tiende a:

  • evitar déficits fiscales (con génesis en, o en la porción explicada por, subsidios)
  • evitar déficitis energéticos (porque los precios moderan la demanda para adecuarlos a las situaciones de oferta)
  • estimula producción e inversión en los sectores involucrados, para dar sustentabilidad a cualquier crecimiento posterior en el consumo
En conclusión, todos factores que serán los que, de manera genuina, puedan reportar un abaratamiento relativo sano y sostenible hacia adelante de esos bienes que luego emergen como tan importantes.

A su vez: reflejando esos precios un valor necesario para absorber costos y remunerar la inversión, seguramente serán disuasivos de  consumos exorbitantes por parte de usuarios y consumidores. Ellos se verán indicados a ciudar el consumo, pues de lo contario el precio real hará notar la "penalización" a la irresponsabilidad por su carestía.

Al final también, su precio reflejará la necesidad de consumir racionalmente; decisión a su vez, es sana desde el punto de vista ecológico.

El desafío de transitar la corrección inicial.

Pero nada es fácil. Y mucho menos si por desidia, algún Gobierno ha decidido dejar arraigado un sistema de precios enfermo. Y esto no es un apoyo al actual oficialismo, respecto del cual, creo, ha equivocado el camino por varias razones.

Pero el diagnóstico sobre oferta y demanda de energía es claro. Se destruyó el sistema de precios. No hay “tablero de mando” serio para una economía que tiene desafíos de crecimiento serio.

Y cuando digo que nada es fácil, me estoy refiriendo a que al principio, en el corto plazo, deberá pasarse por una indudable "quita" al bolsillo del consumidor, respecto de lo que usaba para gastos más placenteros. Bolsillos que además, en la coyuntura actual e inflación mediante (aún no corregida), ya viene menguando.

Y también golpeará, aunque desde otro lugar, la rentabilidad de las empresas productoras de todos los bienes, incluidos los de consumo. Con mayor fuerza lo hará sobre aquéllas más intensivas en capital (uso de energía). 

En resumen: al principio las correcciones dejan menos espacio para otros bienes en el "bolsillo" al que nos referíamos. Se representa en la mente del consumidor, totalmente desconcertado, una pérdida de bienestar porque “puede gastar menos” y porque, además: ara él, además, consumir energía no es un gasto que alguna vez pensaba considerar. Es que, en definitiva, el Gobierno “se lo aseguraba barato”.

Pero más allá de ese arranque duro y “piantavotos”, se observará un re-acomodamiento de variables que no puede considerarse otra cosa que saneamiento. Todos los bienes reacomodarán sus precios entre sí: a) los de consumo entre sí; b) entre los de consumo y los de capital y producción; y c) entre sí, los de capital y producción.

Hacia el futuro inmediato comenzarán a reflejar pautas de relación de precios más coherentes con una economía generando su propia capacidad de crecimiento. Un desenvolvimiento sano, sostenible. Un tablero de mando que lanza señales reales a los tomadores de decisión de ahorro, inversión y consumo.

Es, por definición, mucho más sano que un consumo apalancado en inflación (emisión monetaria), precios regulados ("pisados") y cepo a las divisas (por citar medidas recientes, de fácil reflejo).

Repito: el efecto inicial del cambio de relaciones entre precios de los bienes, tal como expuse antes, además de afectar a consumidores, "meterá presión" en muchos sectores que creían tener una ecuación de negocios sostenible. La nueva realidad les indicará que no era así; que no eran tan sostenibles. Solo tenían un “leverage” operativo ficticio, una "palanca" sobre costos claves de sus estructuras de producción. La industria es un ejemplo. Y por supuesto, la necesaria aclaración: no me refiero a todas las industrias ni a todos los sectores. Las excepciones, sin embargo, suelen confirmar las reglas.

No obstante ello, puedo afirmar que no debe haber PYME (incluso gran empresa) que no haya apalancado su inversión y producción, y eventual competitividad de sus bienes en el mercado interno, apoyada en esos costos (precios) despreciables (en términos relativos), que provee el sector de infraestructura (servicios públicos o "utilities"). Un marco de relaciones vicioso y cortoplacista.

No me caben dudas, tampoco, respecto de que se habrán apalancado también en las tasas de interés negativas (netas de inflación) y en una demanda interna de bienes de consumo finales, "fogoneada" por las mismas causas.

Un sector industrial que, a su vez, colocaba sus productos en ese mercado interno, en el marco de un proteccionismo explícito o implícito (administración del comercio exterior, cepo al dólar, DJAI, etc.) beneficiándose en ese direccionamiento de la demanda hacia ellos. Más allá del desastrozo entorno burocrático de corruptela.

Pero, como dije antes: todo llega. Así como la Ley de Gravedad no existe por un “capricho”, toda la “ficción” llega un punto final. Esto no es Hollywood, es economía. A partir de ese punto final para las ficciones y artificios políticos cortoplacistas, las cosas cambian. 

Y más aún: o cambian por decisión política, o cambian por destrucción definitiva y shock desordenado. Porque todas las cosas insostenibles, "caen por su propio peso". 

Ya visto aquí: la escasez empieza a hacerse sentir, en el mercado interno comienza a faltar liquidez y ésta solo parece facilitarse por mecanismo inflacionario. Lo que a su vez encarece precios internos afectando los costos; sumándose a todo ello el peso de un Estado que quiso ser artífice de todo lo bueno y termina siendo responsable de todo lo malo.

Esa carestía provocada por la inflación, que carcome competitividad externa coincide con el proceso de pérdidas de divisas. 

Debiendo nosotros remarcar que la inflación surge, en no menor medida, como resultado de monetizar un déficit fiscal explicado en parte no despreciable, por esa ficción de precios subsidiados, regulados "pisados" (entre ellos tarifas).

En ese circuito, el proceso de deterioro sigue hacia el mercado interno, por la pérdida de poder de compra el consumidor. ¡Y vaya paradója!: se empieza a frenar la demanda de consumo, habiendo sido ésta una variable principal en los objetivos políticos. O por lo menos, como se podía inferir fácilmente desde las acciones de Gobierno observadas hasta diciembre 2015.

No es difícil leer los pasos siguientes: agravamiento de situación por escasez de divisas, que lleva restringir aún más la oferta de bienes provenientes del extranjero. 

Y en esa misma inercia, la inflación y la incertidumbre, habrán provocado ya efectos nocivos sobre ahorro y como la inversión (que ya venían afectados inicialmente por la distorsión de precios relativos en favor del consumo). Esta variables estancan definitivamente, incluso caen, agravando el escenario.

¿Que se puede hacer en esa coyuntura?. Bueno, digamos que un Gobierno populista apuntaría a una única herramienta, que es profundizar la ilusión monetaria a través de la emisión y sus efectos inflacionarios. Una forma de “patear la pelota” hacia adelante, a donde más lejos pueda. 

Una "ilusión", la mencionada, que a su vez se alimenta desde otros elementos de liquidez artificial que instrumentan las empresas avocadas al sector consumidor, a fin de mantener volumen de negocios. Por caso, esos "beneficios" por compras con tarjetas de crédito, que tienen implícitas importantes (sustituyen interés por margen en precio), cayendo la sociedad en la irónica situación en la que alguien compra una camisa en ...¡12 cuotas!.

Sorprendentemente, el consumidor, ya absolutamente perdido en una "neblina" total frente a las señales de precios, totalmente descoordinadas impidiendo decisiones medianamente racionales exclama: "…¡qué bueno!, podes comprar esa camisa en 12 cuotas! y con un <descuento> del 25%!...".

Parece "Alicia en el País de las Maravillas", pero en rigor: es un consumidor de un país empobrecido, creyendo que tiene "poder adquisitivo", comprando ropa en… 12 cuotas.

¿Puede haber algo más patético? 

CONCLUSIONES.

Todo lo anterior, para exponer la cadencia en la que cae una economía enferma. Enfermedad que, entre otras causas (por supuesto no es mono-causal) tiene como diagnóstico la destrucción de los precios relativos.

Entonces, volvamos a aquellas expresiones iniciales de la ex-presidente. Esto de que en el país vecino las tarifas se pagan caras porque él no es productor, ya define claramente su lógica viciosa: está dirigida a destrozar sistemas de precios. Siempre que gobierne, ergo, eso hará.

Una postura que ya ni siquiera puede calificarse como  keynesiana. Es cualquier cosa excepto una idea. O, posiblemente, si hubiera que denominarla de alguna manera, sería: "heterodoxia Jauretchiana". 

El Gobierno actual, por su parte, tiene mucho para hacer en términos de presión fiscal. Viene dilatando un ajuste mucho más audaz del sector público. Ha preferido ir por los subsidios pues está claro que ha valorado más consolidar poder político desde el empleo público, que desde las decisiones del llano, posiblemente más permeables a noticias posteriores más favorables (también artificialmente). Pero debe remarcarse: podría hacer sido mucho más eficiente y ético, si hubiera ido por el empleo espurio en el Estado.

Eficiente: porque debe demandarse dicha cualidad al Estado y entonces, si una repartición tiene 10 empleados, pero se sabe que funciona normal y eficazmente con 6 empleados: debe prescindir de los otros 4.

Ético: porque esos 4 (sin saber cuáles de los 10) saben que están allí sobrando, o porque son parientes de algún político. Visto que el Estado se financia por rentas generales, ellos deben saber que el impuesto que alguien (pobre) paga en Formosa (por ejemplo) por un paquete de fideos, contiene una incidencia impositiva del 40% y que con ésta está pagando esos sueldos totalmente inútiles e improductivos.

Sin embargo: el actual oficialismo debe avanzar en la corrección de precios relativos. Debe mantenerse firme en esa postura.

En cuanto a la ex – presidente, Cristina Fernandez de Kirchner, debe intentar darle un giro a su discurso y colocarse desde algún espacio racional del pensamiento. Debe dejar atrás la descomunal cantidad de errores cometidos en materia de política económica durante sus 8 años de gestión. Debe evitar diagnosticar tan desastrozamente ciertos temas de la agenda económica.



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