lunes, 13 de julio de 2020

A propósito de la posibilidad de un nuevo BLANQUEO

Cada vez que surge el rumor sobre posible blanqueo, comienzan a vertirse opiniones al respecto, todas ellas muy similares siempre.

Los blanqueos han sido, y por lo visto son, una "muy mala idea" en la dinámica Estado-ciudadano (no ya, meramente, el contribuyente).

Es que los BLANQUEOS (y en algún sentido las moratorias) generan efectos más allá de lo tributario, repercutiendo en otras cuestiones que hacen a la economía y la vida cotidiana de un país, de los que ahorran, invierten, emprenden, producen, trabajan y consumen.

Analicemos un poco esta cuestión.

1. LOS BLANQUEOS: historia repetida ¿alguna posible razón?

Es altamente probable que haya más de una razón. 

Las razones pueden ser de variado tipo: desde las más complejas, de raíz institucional, hasta las más "coloquiales", como las del tipo: "...quieren salvar a éste o aquél".

Cualquiera de ellas podría considerarse válida y sin embargo, a los fines de esta entrada, prefiero centrarme en aspectos esencialmente económicos, particularmente de gen institucional.

Es que Argentina ha hecho repetidos blanqueos en su historia reciente. Desde el regreso de la democracia, se cuentan 6 (seis) blanqueos (o exteriorizaciones de bienes). No es que no se hayan visto similares en el resto del mundo. 

Las amnistías de este tipo (o del tipo de las moratorias) han formado parte de las legislaciones en gran parte del mundo, en los últimos 40 (cuarenta) años, involucrando en cada país, motivos que difieren en mérito y oportunidad. Lo que sorprende del "caso argentino" es lo recurrente.

Ya sobre mitad del Gobierno del Dr. Alfonsín se inició esta fase recordable, que en detalle puede indicarse del siguiente modo:

- 1987, presidencia del Dr. Alfonsín, Ministro de Economía Juan Vital Sourrouile
- 1992, presidencia del Dr. Menem, Ministro de Economía Domingo Cavallo
- 2001, presidencia del Dr. De la Rúa, Ministro de Economía Domingo Cavallo
- 2008, presidencia de la Dra. Fernandez, Ministro de Economía Amado Boudou
- 2013, presidencia de la Dra. Fernandez, Ministro de Economía Axel Kicillof
- 2016, presidencia del Ing.Macri, Ministro de Economía Nicolás Dujovne
- 2020, ...

Ahora bien, si nos encaminamos a mirar simultáneamente las coyunturas económicas (incluyendo contexto internacionales), veremos la coincidencia de esos lanzamientos con ciertos momentos particulares, sea bien en medio de problemas fiscales y financieros. O ya sea como impulso a la salida de ellos, en el intento de ciertas reformas estructurales. Obsérvense los años indicados precedentemente y se entenderá lo que digo.

En todas ellas existe, además de la recaudación, la necesidad de algo más: la falta de ahorro interno, en convivencia con inexistencia (o extrema escasez) de ahorro externo. O bien, la posibilidad de acceder al mismo en instancias de pre-condiciones aún no acordadas, que facilitan el acceso.

Y si bien acepto que correlación no indica causalidad, aquí me gustaría manifestar que tampoco es "casualidad".

Se pueden observar coincidencias con escenarios de falta de capitales o de necesidad de atraerlos. De hecho, en muchas oportunidades, coincidieron los lanzamientos de los blanqueos con la emisión de ciertos títulos públicos, destinados a canalizar la exteriorización en mejores condiciones que las generales.  O bien admitir en la normativa la posibilidad de canalizar lo exteriorizado a ciertos títulos ya circulando en el mercado secundario, accediendo así a mejores condiciones. 

Resumen: son escenarios en que más se siente la ausencia de los capitales. Estos se habrían "fugado", usando ese término al que la gente está tan acostumbrada, más allá que sea propio de una concepción "cavernícola" de la economía, provocando cimbronazos. 

Pero por ello también es importante remarcar que eso que se llama "fuga" no significa que el capital "sale del país" (al menos no es la característica imprescindible); sino que "sale del sistema".

Al salir del sistema sale del "circuito económico formal" y por ende, de los instrumentos que posibilitan su canalización a la inversión. 

Es un "ahorro muerto" y perdido para las economías de hoy, la gran mayoría de ellas envueltas en un alto intervencionismo estatal en todo el mundo (más o menos), mal que pese a quienes repetidamente manifiestan lo contrario. Siendo Argentina en ese contexto, uno de los casos con mayor grado de intervención.

Pero en definitiva: se vuelve al centro de la cuestión. Denota escasez de ahorro. Problemas financieros que llevaron al país a encontrarse en necesidad imperiosa de ahorro interno, debiendo por ello "dar facilidades" para que esos capitales "vuelvan". Incluso cuando éstos muy probablemente, y dejando a un lado los que tienen un origen ilícito; se habían ido (o "fugado", para el léxico económico cavernícola) por el encadenamiento de desastres de la economía argentina. Todo producto de su inestabilidad, propia de su miopía corto-placista, la que siempre deriva en "reventones" inflacionarios o cambiarios y con ellos, grandes destrucciones de riqueza (incluyendo medidas confiscatorias).

2. Las críticas a los BLANQUEOS.

Podríamos sintetizar las críticas a los blanqueos en las de dos tipos:

a) las de tipo ético
b) las de tipo instrumental

Las del primer tipo, tienen que ver con la inevitable injusticia que emerge respecto de quienes cumplen con todas las normas internas del país, en las distintas áreas que hacen al comportamiento económico (entre ellas la tributaria). Se suma el hecho que, según dicen, alientan a que cada vez más gente decida incumplir sabiendo que "...en 4 o 5 años, te metés en un blanqueo o una moratoria y listo".

Quien podría negar esta afirmación.

Las de tipo b) se vinculan más con la expectativa de viabilidad. O sea el posible éxito o fracaso que que pueda tener. En este sentido, se suele escuchar o leer: "...quién va a querer adherir, después de lo que pasó después, la última vez que hicieron uno".

También es así, a priori. Sí, a priori. Es razonable el planteo en la medida en que el Estado ha incumplido repetidamente "acuerdos" con sus ciudadanos (y contribuyentes), no escapando los blanqueos a esa regularidad perniciosa.

Más aún: cuando un Estado que no logra poner bajo control sus finanzas públicas, la exacción sobre el patrimonio "blanqueado" o su renta, aunque pueda mantenerse nominalmente estable en "cumplimiento del acuerdo original", plasmado en la norma que le dio vida (misma alícuota o beneficios temporales, etc.), tal cuestión puede ser insignificante frente al impacto fuertemente gravoso en términos reales sobre aquél, de los ya conocidos (y repetidos) saltos inflacionarios o devaluatorios.

Estoy convencido en mi opinión entendiendo de que tanto inflación como devaluación tienen gen estatal. O sea: desquicio fiscal constante, casi estructural. Algo a lo que estamos febrilmente acostumbrados (¿alegremente?).

En consecuencia, ese shock inflacionario o cambiario es, implícitamente un gravamen más, si bien no formalmente legislado, por ser producto de la falta de financiamiento del Esatdo, en un marco de monetización de déficits y escasez de divisas. Jugando siempre frente a expectativas totalmente trastocadas. Y como no puede ser de otra manera, resultado antes que todo, de los gastos públicos altos (y siempre crecientes), ineficientes, ineficaces, por ende improductivos. 

Es que al final, es esa la verdadera "mochila" sobre el sector privado de la que tanto se habla y de la que, en las expresiones públicas se la suele referenciar equivocadamente con el nivel de impuestos. Pues éstos junto con la inflación, las devaluaciones y los aumentos de tasas de interés, consecuencia de los gastos eternamente incrementales, para cuyo financiamiento genuino la economía no está en condiciones de aportar.

3. Los problemas de analizar los asuntos tributarios en compartimento estanco.

Observo muchos tributaristas que refieren a las cuestiones tributarias yendo al bagaje de conocimientos que la ciencia de las finanzas públicas y el derecho financiero, han aportado a través de...los siglos, ya.

Observo a la gran mayoría de ellos desvelada, coherentemente, por la progresividad tributaria.

Y es cierto que Argentina no es un país de sistema tributario progresivo, en el sentido que puede observarse en países de Europa, especialmente los nórdicos; o también, por qué no decirlo, en EEUU, más allá de las críticas.

Suelen medir esa situación partiendo de la recaudación relativa que proveen los impuestos indirectos en relación a los directos. En particular, los impuestos personales sobre la renta y los impuestos al patrimonio.

En Argentina, de por sí, al menos a nivel nacional, se observa una baja participación de impuestos directos sobre renta y el patrimonio (individuales) en relación a los indirectos (consumos generales y específicos, así como sobre volumen de negocios). También en relación a los que recaen sobre la nómina salarial. Es más: dentro de los impuestos que recaen sobre la renta individual, existe gran peso de las rentas de cuarta categoría en relación de dependencia.

No es tan así en caso de tomar la carga fiscal total, que implica observar lo que se recaudaría de cada impuesto en ausencia de informalidad y evasión. O para decirlo más sencillamente: lo que soporta el contribuyente de comportamiento perfecto. No obstante ello no puede negarse que aquí también se detecta falta de progresividad para el sistema tributario argentino. Cabe aclarar que, al fin de cuentas, lo exhibe de similar manera a como lo hacen otras legislaciones tributarias latinoamericanas (cualquier informe de CEPAL suele destacar esta cuestión).

En mi opinión, aún concediendo esta situación, dudo que lo más conveniente sea centrarse en ese elemento de técnica tributaria, de fin re-distributivo. En este caso, preferiría una política fiscal por la cual el estado sea eficaz y eficiente en el direccionamiento del gasto público, re-definido en su magnitud y con fuerte sesgo re-distributivo.

Es decir, aislarnos al menos transitoriamente del argumento atendible, que surge de las comparaciones con sistemas tributarios europeos o nórdicos, incluso tomando en cuenta el estadounidense, en cuanto al grado deseado de progresividad. Centrarnos en nuestras propias realidades económicas y la verdadera posibilidad de encarar ese proceso.

Veamos algo de esas realidades, sin entrar a considerar el nivel de pobreza (que no tiene que ver con la desigualdad). Argentina cerrará 2020 con un PBI equivalente al de hace 30 años, lo que significa inevitablemente una brutal caída del PBI per cápita. En semejante contexto económico local, incluso con el enrarecido escenario internacional para todo lo que sea destino del capital, creer que nuestro país tiene espacio para avanzar en mayor progresividad tributaria o sesgo redistributivo del sistema impositivo, es un verdadero dislate. Un despropósito en términos de "oportunidad", al menos.

Un ejemplo de estas cuestiones que hacen al "oportunismo",fue la gravabilidad de la renta financiera.  Aprobada ella casi entre bombos y platillos, so pretexto de terminar con la timba y hacer más equitativo el sistema tributario provocó, en un marco de debilidad fiscal por razones originadas en el gasto y en la viabilidad de acceso a deuda: un salto violento en el tipo de cambio y en los precios (regresividad); así como también como consecuencia de la necesidad de contener la corrida; : , en la tasa de interés (anti-producción).

En otras palabras: estamos un país que viene en un derrotero de destrucción de riqueza nacional (observada entre otras cosas en el PBI per cápita), teniendo frente a sus ojos posiblemente su 9no default de deuda; habiendo soportado una variación nominal del tipo de cambio de casi 3000% desde inicio de esta década. Y viene sufriendo una inflación  acumulada en similar intervalo (o sea, desde el inicio de la década que termina) también de 4 dígitos. 

Dudo equivocarme si digo que en gran parte es consecuencia de políticas económicas propulsoras de consumo y gasto corriente, por encima de posibilidades de la economía. Fundamentalmente: de sus stocks, su acumulación y de su productividad.

Ello debería alarmarnos sobre la existencia de "cierta" (por no decir mucha) necesidad imperiosa de creciente nivel de ahorro interno. Sé que es también inoportuno exigirlo ahora, en plena pandemia y en la necesidad de recuperar desde la fuerte cuarentena y caída de actividad económica.

Pero como concepción estructural de mediano y largo plazo se debe propender a un fuerte ahorro, empezando por el sector público, debidamente planificado y definido, partiendo de la reducción del gasto y de su re-orientación para mayor eficacia, productividad y efecto redistributivo. Paralelamente, además encarar una clara mejora del indispensable entorno institucional, buscar una carga fiscal tributaria soportable y con una estructura dirigida a premiar ahorro del sector privado.

La savia del ahorro es la renta de la inversión que aquél financia.

En tal sentido, cualquier intento de promover mayor progresión y haciendo un "ceteris paribus" respecto del resto de los inconvenientes que exhibe la economía argentina (entre ellos, el desastrozo e inestable marco institucional y un comportamiento cuasi mercenario de su sector político): es inconveniente o, como dije antes, mínimamente inoportuno (ver mi entrada anterior --> https://reflexionesdefinanzaseimpuestos.blogspot.com/2020/07/gobierno-impulsaria-reforma-tributaria.html)

Y para no entrar en debates que van más al plano filosófico de la tributación, la progresividad y sus límites, diré que: por lo menos no lo es en este momento, y tal vez no lo sea por un tiempo.

En consecuencia y en mi opinión: los tributaristas-tributaristas que suelen caer en análisis de tipo "compartimento independiente" o "estanco" en cuanto a los impuestos y el diseño del sistema tributario, deberán revisar sus premisas al menos temporalmente. La política tributaria debe propender hoy, a otro objetivo. No puede encararlos todos juntos.

Bien, pero: ¿qué tiene que ver ésto con el BLANQUEO?

4. ¿El problema es el Blanqueo? ¿o el "después de un Blanqueo"?

La vinculación de todo lo expresado y la cuestión del blanqueo, es notoria.

Ahora bien, en cuanto al blanqueo, si bien comparto las críticas de tipo ético y en parte también las de tipo instrumental: quiero decir que no es la exteriorización de activos, el problema en sí.

En todo caso, lo es el "para qué". Antes hemos ensayado unas líneas del "por qué". El dentro del "para qué", se lo debe considerar no solo un instrumento para reactivar la economía o ciertos sectores (caso de la construcción), sino más importante: como un punto de partida definitiva a un ordenamiento macro-económico serio. Un dirección respaldada en un marco institucional sólido que propenda desde el Estado a la estabilidad monetaria, la solidez fiscal y la prudencia del gasto, con clara dirección al respecto de la propiedad privada en su sentido más puro. Todo lo cual involucra la separación de poderes "en los hechos" (y no meramente una "letra" manoseada de nuestra Constitución), así como también una mayor independencia del Banco Central respecto de los designios del Ministerio de Economía.

Incluir en ese necesario ordenamiento fiscal, que pueda ser punto de partida de "un blanqueo y una moratoria" (incluyendo un blaqueo laboral), dos cuestiones claves: 

a) federalismo fiscal y distribución eficiente de potestades tributarias (descentralización y la mayor correspondencia posible);

b) reforma tributaria en los distintos niveles jurisdiccionales, tendiendo a un sistema tributario dirigido a la eficiencia, a evitar las distorsiones y las sobre-imposiciones, con potencial recaudatorio suficiente para el nivel de gasto planificado; el cual se ubicará en la línea de lo "soportable" y tendrá una aplicación el verdadero impacto re-distributivo, tal como la mayoría de los sectores políticos suelen proclamar.

No siendo así, será como antes, un blanqueo más. Y será más o menos exitoso, a la vez que siempre rechazado moralmente. Uno más que profundizaría los incentivos de conductas evasivas o dilatorias en el cumplimiento del orden jurídico, dando así continuidad al derrotero paupérrimo exhibido por nuestro país en los últimos 45 años. O siendo más sinceros: en los últimos 85 años (desde el final de la crisis del ´30 en adelante, en forma creciente).

5. CONCLUSION...¿entonces?

¿Y entonces?. 

Y entonces. Debería avanzarse en en un proceso como el que (a modo de EMHO) sugerí precedentemente. Avance cuya dirección podría no requerir ser otra cosa que la expuesta en el "Sistema Económico y Rentístico de la Constitución Nacional" de Juan Bautista Alberdi; adaptado, obviamente, a las realidades y sociedad de más de 150 años después.

En tal caso, de manera excepcional (o por última vez) yo podría decir: "qué le hace una mancha más al tigre...vayamos por otro blanqueo y otra moratoria,...pero con la condición que el sector político se ponga los pantalones largos y asuma el rol que la democracia representativa y la república les imponen".

Ahora bien, de no encarar el proceso mencionado, como dije antes: la coyuntura volvería a mostrar su dureza y con ella la necesidad de "acariciar" a aquellos agentes económicos que, en razón del desorden macro-económico reintante y repetido, manejan todo o parte de su capital por alternativas "fuera del sistema". Incluyendo entre esas caricias, instrumentos que atraigan a aquellos que habiendo manejado su capital dentro del sistema, en algún momento lo han sacado por expectativas negativas, las que, considerando la persistencia de nuestro país en hacer las cosas mal, no son para nada injustificadas.

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